29 .- ¡ BUENOS DÍAS, MARCELA ! ( II )
( Los del Patronato Albaicín, en sus comienzos )
Una sonrisa de cualquiera de estos amigos era demasiado, un abrazo no tenía precio, hasta sus miradas y silencios encerraban afectos superiores a palabras demasiado bien dichas. Allí, con ellos, no había doblez, no existían puñaladas traperas, ni caretas, ni palmaditas en las espaldas y luego un si te vi no me acuerdo; todo era sencillamente claro y hermoso a la vez, nítido, nada de maquillaje, ni de mano izquierda, a lo que nosotros estábamos habituados por necesidad de supervivencia política.
Cuando menos te lo esperabas y dada su sinceridad, te encontrabas con unas críticas que te hacían pensar en otra clave y cuando te pedían algo era difícil, muy difícil decir que no.
Con que agrado se tomaba uno con ellos un arrocito y unas cervezas, sin protocolo, sin estorbos, respirando el mismo aire y compartiendo el mismo plato y la misma mesa.
De ellos,sabe mucho más que yo, mi amigo y compañero Enrique Vergara, que también los hizo suyos; pero yo no puedo sustraerme a su feliz recuerdo.
Y aún hoy, cuando me doy de frente con ellos, nunca los evito, y no faltarán apretones de manos, abrazos, sonrisas, palabras y silencios y un hasta pronto.
La nómina aumenta porque se labora bien con ellos, porque aún sigue al pie del cañón ese descubrimiento que fue Antonio, su monitor y gran amigo, que los apellidos aquí cuentan poco comparados con lo que uno da y recibe, sobre todo por una palabra tan corta como es amor; pero siguen también los primeros, los de siempre, los que ha tiempo rompieron moldes de otros tiempos y se atrevieron a devolverlos a la calle, a las calles de todos.
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