AÑORANZA SEPTIMA
me robó descanso y sueño,
regalándome, al instante,
migajas de locos versos,
empañados con la brisa
de unos aires marineros,
que invitaban a cantar,
en imprevisto desvelo,
AÑORANZAS de una mar
guardada con firme celo
en frágil y etérea arca
junto a queridos recuerdos
de una Melilla perdida
en el orillar del tiempo.
La noche llegó marcada
con rutilantes destellos,
con sonoros desvaríos,
con inquietantes deseos,
con mareas de emociones,
con oleajes inquietos,
con salinas AÑORANZAS,
con sorprendidos secretos,
despertados por la mar
que todos llevamos dentro.
La parca luz de la noche
se vistió de albo lucero,
cegadora luminaria
donante de haces intensos
capaces de sacudir
los más atrevidos sueños,
las más locas aventuras
y
los más hermosos versos.
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