249 .- EL INVENTO DE LAS MAREAS
CAPÍTULO CUARTO
Cuando salen a la mar
en busca de buena pesca,
los marineros no temen
encontrar a la sirenas,
con el riesgo de enamorarse
de una más de las quimeras,
de fatal embrujamiento
que a la vil parca los lleva,
porque el tiempo va pasando
sin saberse nada de ella.
Ya no brillan sus escamas
de plata y de nácar hechas,
porque nunca jamás sale
por la superficie afuera
esa su cola de ensueño
que del Sol amor despierta,
porque no se asoma al alba
para que el astro la vea,
dándole primeros rayos,
de esos que nada le queman
y que con aromas suaves
aumentan más su belleza;
porque no sale al ocaso
para que la Luna pueda,
cuando su cara se agranda,
en su reflejo mecerla,
al son de las brisas tiernas,
con coro de mil estrellas.
Su reino lo ha convertido
en predio de las tristezas,
permaneciendo encerrada
en la más lúgubre cueva,
buscando una soledad
que a sus padres mucho aterra,
que con el pasar de días
hace más grande el problema,
vienndo con grave dolor
como su hija desespera,
por un capricho de nada,
por unas rocas y arena.
Costa Ballena, 13 de Agosto de 2024
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