266 .- ADIÓS A UN MARINERO ANÓNIMO ( II )
La Parca encuentra pretextos
para matar sin problema.
Pedro se niega a seguir
rumiando su negra pena,
amante de bella mar,
quiere descansar en ella.
Con complacencia maquina
plan de locura tremenda.
Se alía en la ciega noche
con la Luna y las estrellas,
nocturnos mudos testigos,
de su trágica tarea.
Abierta la madrugada
de noche oscura y serena,
Pedro desnuda su cuerpo
al pie de su noche negra.
Coloca su vieja ropa
sobre la dorada arena
y yerto, como una estatua,
a su amada mar contempla.
En un infinito instante
toda su vida recuerda.
Sus ojos verdes de mar
con pátinas de albar cera,
sin pestañear, se clavan
en la tumba que lo espera.
Con un esbozado rezo
que sus secos labios, queman,
inicia seguro camino
a cumplir libre condena.
Lunares de espuma y sal
a lomos de altivas crestas
golpean con suavidad
su cuerpo de piel morena.
Unos segundos eternos,
en reloj de acre fiereza,
marcaron triste final
en esta injusta leyenda,
de anónimo marinero,
varado en la firme tierra.
Abierta la madrugada,
en noche oscura y serena,
por la playa se escucharon
rezos y tenues endechas,
tristes cantos derramados
sobre la dorada arena,
triste cantos esculpidos
por un alma marinera.
para matar sin problema.
Pedro se niega a seguir
rumiando su negra pena,
amante de bella mar,
quiere descansar en ella.
Con complacencia maquina
plan de locura tremenda.
Se alía en la ciega noche
con la Luna y las estrellas,
nocturnos mudos testigos,
de su trágica tarea.
Abierta la madrugada
de noche oscura y serena,
Pedro desnuda su cuerpo
al pie de su noche negra.
Coloca su vieja ropa
sobre la dorada arena
y yerto, como una estatua,
a su amada mar contempla.
En un infinito instante
toda su vida recuerda.
Sus ojos verdes de mar
con pátinas de albar cera,
sin pestañear, se clavan
en la tumba que lo espera.
Con un esbozado rezo
que sus secos labios, queman,
inicia seguro camino
a cumplir libre condena.
Lunares de espuma y sal
a lomos de altivas crestas
golpean con suavidad
su cuerpo de piel morena.
Unos segundos eternos,
en reloj de acre fiereza,
marcaron triste final
en esta injusta leyenda,
de anónimo marinero,
varado en la firme tierra.
Abierta la madrugada,
en noche oscura y serena,
por la playa se escucharon
rezos y tenues endechas,
tristes cantos derramados
sobre la dorada arena,
triste cantos esculpidos
por un alma marinera.
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