VIERNES, DÍA 17 DE ABRIL
HE VISTO POR PRIMERA VEZ A LA PIEDAD
He visto como la Luna, antes de esconderse desde la Lonja de la Iglesia, parecía iluminar la parte del pueblo, aun con las luces artificiales, sobre la que pendía. He visto a la Madre Dolorosa con su Hijo yacente, acompañados del fervor, envueltos en el silencio, en las agradables notas de los clarinetes y el rítmico con de las campanas.
He oído cantar al gallo más de tres veces. He contemplado el amanecer de túnicas negras, velas luchando con el aire para sobrevivir en su fuego, espartos en las cinturas, capiruchos de aparentes toscos hules. He visto jóvenes terminando su andadura d noche larga. He sentido auténtica estación de penitencia y la puerta de la Iglesia que se cerraba para el curioso. He contemplado la soledad de sus protagonistas por causa de la ausencia de muchedumbre.
Y después, otra salida que obliga a madrugar, que sólo deja sitio a los que no se acuestan o tienen la fortuna de llegar a tiempo; que sirve de encuentro, de cruzarte con caras conocidas, que sólo ves en estas fiestas; de apretujones porque nadie quiere perdérselo.
Y he sentido muy de cerca el canto hecho oración, que nada importa que cobren o no, porque cuando cantan sólo pretende hacerlo bien y hasta pienso que hay una doble petición, la de lo dicho con anterioridad y la que encierra en sí la misma saeta.
Después, más silencio interior para uno.
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