Martes, día 21 de Noviembre
LOS ECOS DE UN ASESINATO
Todos los políticos han condenado este vil asesinato en el día de la Composición del Senado y del Congreso. Todos, sin excepción y muy en especial algunos han destacado que la diferencia con otros es que ellos condenan todo acto terrorista, vengan de donde vengan, y no como los de HB que no han condenado jamás las muertes de miembros de las fuerzas del orden o de civiles a manos de ETA.
Sin embargo, y por esta tierra, es fácil haber comprobado que la muerte de un miembro de HB, que el pueblo llano identifica con ETA, despierta mal humor en su gente por la importancia de se le da, que nada tiene que ver cuando se trata de otras personas por causa de la banda terrorista y que pasan en esa misma gente casi desapercibidas.
Ni las manifestaciones ocurridas en algunos países del Este, ni las protestas de algunas repúblicas soviéticas contra el régimen comunista, ni la lluvia que ha seguido azotando, sobre todo, el sur peninsular, ni la misma constitución de las Cortes y el Senado, ni el inminente pacto del PNV con el PSOE
para sacar adelante la investidura en la primera ronda, ni la reanudación de la guerra en El Salvador, ni la muerte de los jesuitas españoles y otros en aquel país, ha podido acallar los ecos de esta muerte, cuyas consecuencias son imprevisibles y que sería conveniente aclarar su autoríacon el fin de colocar a cada cual en su sitio, aunque ya nadie podrá ya devolver la vida al diputado Muguruza, ni evitar las graves heridas de Esnaola, ni a los cientos de españoles caídos por la irracionalidad de ETA, siempre aplaudida por HB.

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