Domingo, 17 de marzo de 2019.
A 63 días de las BODAS DE ORO
El río Guadalquivir
se quejaba una mañana:
me tengo que decidir
entre Cazorla y Doñana
y no sé cómo elegir.
Esta quintilla de Rafael Alberti, como llave maestra, abre de par en par las puertas al monólogo de hoy, dedicado a las innumerables y provechosas DUDAS de todos los seres humanos.
Si el Guadalquivir, gran río de Sevilla, sabia arteria de la capital andaluza, tiene DUDAS entre sus vocaciones marinera y serrana y se lamenta de sus indecisiones, ¿Qué será de nosotros? Insignificantes moradores de un diminuto planeta Tierra, a la deriva en un inmenso Universo, provocador de infinitas DUDAS sobre su principio, su ser, su estar y su final. Los hombres, a nuestro pesar, andamos por la vida sumergidos en mares de DUDAS. Y si no aprendemos a navegar con ellas, terminaremos convertidos en torpes, desgraciados y finiquitados náufragos.
Los hombres, sin proponérnoslo, nos movemos por la vida en compañía de dos inseparables compañeras: la certeza y la incertidumbre. Las certezas, en el imparable correr del tiempo nos van abandonando o se truecan en inevitables DUDAS. Quedándonos, al final del recorrido vital, una única, insalvable e intransferible certeza: la del último viaje terrenal, la de la indeseada muerte. Por otro lado, las incertidumbres, como margaritas cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar, crecen con los años en las mentes humanas, hasta que descubrimos la gran DUDA de la vida, que es, el no poder saber hoy de que estará hecho el día de mañana, a pesar de la proliferación exagerada, en los tiempos del hoy, que más que correr, vuelan, de numerosos, insufribles y embaucadores videntes.
Los hombres, más acostumbrados a separar que a unir, a agruparse en absurdas banderías; en el tema de las DUDAS, también toman su partido a la hora de bendecir o maldecir a éstas. Los pesimistas, negadores de cualquier bondad del DUDAR, consideran a éstas como las causantes de todos los fracasos humanos. Los optimistas, por el contrario, mantienen que las DUDAS son el principio de la sabiduría, que son las escuelas de la verdad, que el hombre que DUDA piensa y que el que más sabe, más duda y, el que nada DUDA, nada sabe.
En mi papel de aprendiz de juglar, que se asoma, a diario, al grato mirador de Calabuig2, DUDO de haber acertado a la hora de escoger la DUDA como tema del monólogo de hoy y DUDO igualmente de todo lo expuesto en este breve comentario.
A pesar de ello, pienso que la verdad es siempre luz y que las DUDAS son siempre sombras. Que siempre que hay luz, hay sombras. Y me pregunto: ¿Dejaré de amar la luz porque produce sombras? Nunca.
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