Sábado, 16 de Marzo
A 64 días de las BODAS DE ORO
(Continuando con las reflexiones publicadas ayer)
Y, repregunto de nuevo: ¿A dónde van las PALABRAS, después de pronunciadas? y la respuesta se vuelve esquiva y se le suman nuevas preguntas de más difícil respuesta. ¿Estarán revoloteando invisibles a nuestro alrededor?, ¿Desaparecerán por y para siempre?, ¿Estarán ocultas junto a nosotros viendo sonrojadas como tan mal usamos y como nos desdecimos “camaleónicamente” de lo que decimos?, ¿Tendrán como nosotros, los hombres, esperanzas futuras de su buen uso y de la desaparición de tantas torres de “Babel”, claros muros de separación y de falta de entendimiento entre los humanos? Sumido en crasa ignorancia, incapaz de resolver tantos enigmas, me refugio en la osadía de terminar este monólogo con un breve romance titulado:
¿A DÓNDE VAN LA PALABRAS?
que los humanos emplean,
cuando, en hablar se entretienen,
cuando cantan, cuando rezan.
¿En qué lugar se esconden?
¿Dónde se refugian éstas?
Después de ser pronunciadas
y por tersos aires vuelan.
¿Qué buscan palabras dichas?
¿Qué les pasa a todas ellas?
que cuando son empleadas
se marchan sin dejar huellas.
Las palabras, lleva el viento
cuando al hombre le interesa
y por ello las grabamos
con prisa o delicadeza,
para poder conservarlas,
porque nos gusta tenerlas.
Y los humanos vestidos
de escritores y poetas,
para guardar las palabras
gráciles arcas, inventan
que, con celo, se custodian
en curiosas bibliotecas,
públicas, particulares,
como los hombres la quieran.
Del catálogo de vientos,
dibujado en bella estrella,
sólo existen dos de aquellos
que, aromados de tristezas,
raptan palabras escritas
y a la nada se la entregan.
Son el viento del olvido
y el de la ciega pereza.
Con osado atrevimiento
a los pies de horas serenas,
yo fui grabando palabras
en primerizos poemas
que guardé en romanceros
de longevidad incierta,
sin importarme los vientos
del olvido y la pereza.
Y si el tiempo me permite,
atado a locura eterna,
seguiré en mi caminar
por comprometida senda.
Amante de escritos versos,
de olvidadas rimas viejas,
de las silentes estancias
y de las poesías bellas.
Y cuando haya terminado
querida y firme tarea,
con tintas de anonimato,
de sombras y luces llenas,
gozaré placer efímero,
purgaré dura condena,
por encerrar las palabras
en diez pretenciosas celdas,
cerradas a cal y canto
en modesta biblioteca.
Liberemos las palabras,
y nuestras almas con ellas,
que los tantanes del tiempo
anuncian la oscura nueva:
Que no existe libertad
sí la palabra esta presa.
¿A dónde van las Palabras
que los humanos emplean,
cuando, en hablar se entretienen,
cuando cantan, cuando rezan?
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