martes, 20 de junio de 2023

UN AÑO ANTES DE LAS BODAS DE ORO

 Y VIMOS HASTA UN MUSICAL  

              Al hotel a descansar un poco. Lo merecíamos. Y por la tarde noche un estupendo musical. 

 

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            No sé de donde puede salir un elenco musical tan completo, tan joven y tan bueno. El coqueto Teatro Calderón, con una boca de escenario muy bien embutida en la decoración del escenario para la obra a representar. Del cine al musical en directo, un buen trecho, salvado con una ejecución digna de elogio. Voces magníficas, bailes completos, actuaciones destacadas, música en su debida ejecución, larga duración que se hace corta, todo elogiable. Razones de peso para bien valorar la obra, para disfrutar, para emocionarte, en momentos, para no olvidar en tiempo. 

 

             Teniendo Madrid tan a la mano, gracias al AVE, no estamos en este mundo si no aprovechamos las muchas oportunidades que la capital nos ofrece, referente a espectáculos teatrales, musicales, museos y otras muchas manifestaciones artísticas y deportivas. 

 

          ¿Seremos capaces de REPETIR EXPERIENCIA? En el aire de los poco afortunados queda esta estólida pregunta. 

 

                LO BUENO DURA POCO 

 

 

     El pesar del repetido dicho de “¡Qué todo lo bueno, dura poco!” se cumple, casi siempre, con total y absoluta machaconería. Los tiempos del bien estar, del mayor gozo, del aprovechado vivir, corren en su breve existir, y se escapan de nuestras manos y de nuestra desconcertada conciencia, en un santiamén. ¡Cuánto daríamos en alargar la temporalidad   consciente de cualquiera de los felices momentos vividos, ya convertidos en polvo de pasado! ¡Con cuánto placer y gusto pagaríamos el dilatar, el prorrogar, el ampliar la pequeñez de los buenos momentos vividos, reciclados ya en inexistente pretérito!  Da rabia tener que aceptar el fatalismo de lo expresado, con el solo e inservible consuelo de considerarnos seres poseídos, de momento, de buena memoria, capaces de resucitar imaginativamente o con palabras el cercano pasado. 

 

             Pusimos colofón a unos días y unas pocas horas vividas en la capital, con un paseo no programado por una de sus arterias principales, la Calle Atocha, con el fin de comprar unos pequeños obsequios para cada uno de nuestros nietos. En una de esas tiendas, en cuyas entradas están omnipresentes unas vacas de cartón piedra o de poliéster, de tamaño natural, donde se encuentra uno, todo lo impensable para agradar a los pequeños humanos   y a sus “papaces”. Las abuelas, nuestras queridas mujeres, se surtieron de pequeños regalos para los más pequeños. Confiamos en su acierto en los artículos elegidos 

 

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              Nuestra gratitud al joven personal del hotel “Vincci  Soho”, un cuatro estrellas con categoría de mayor rango. Fuimos atendidos, desde nuestra llegada, con   exquisitas maneras y manifiesta naturalidad, exentas de fingidos modos. Así, con extrema facilidad, cualquiera puede recomendar a sus amigos   y familiares, la elección de este tipo de establecimientos en sus visitas a la capital. Si, a lo anterior, unimos una situación privilegiada, a menos de 100 m. del Congreso de los Diputados, de la Fuente de Neptuno y del Museo del Prado, para qué más contar. 

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