Lunes, 30 de julio de 2018.
A 298 días de las BODAS DE ORO
A EMMA Y ÁNGEL (LOS ÚLTIMOS EN LLEGAR)
Emma, como diría Ramón Gómez de la Serna utilizando una de sus inventadas greguerías, “Gota de Elena”, nos tiene, con su gracejo, ganados a todos. Vive en la bonita edad del principio de todo, del habla chapurreada, de la hiperbólica imitación, de la divertida repetición, de las primeras palabras y de otras muchas lindezas infantiles.
Ángel, el último de la zaga, sin llegar a los tres meses de vida, nos sorprende con su risa permanente que bien le valdría de mérito para nominarlo como “el riseñor de los Alcores”. Solo con mirarlo y decirle el “ajo” correspondiente, nos devuelve una expresiva risotada acompañada de grititos y exagerados gestos de gratitud.
Emma, con toda seguridad, dominará en estos primeros meses de desencuentro a su sucesor, Ángel; y con firmeza, lo defenderá e situaciones de conflicto con otros personajes de su territorio. Emma irá perdiendo, poco a poco, parcelas de poder, transmitiéndoselas a su primo Ángel.
Emma y Ángel ya forman un dúo especial por ser los más pequeños y por estar en muy buenas manos que, con seguridad, los elevarán a la categoría de buenos niños.
Ángel y Emma nos regalarán momentos gratos a celebrar y momentos menos gratos que nos ayudarán a crecer y a comprender los muchos lazos familiares que nos han legado nuestros ancestros.
POR LOS DÍAS PERDIDOS (VA DE REGALO)
¿Cuántos de estos días hemos desechado, desaprovechados, tirados inconscientes al basurero de la vida? ¡Pobre de nosotros! Incapaces de valorar el precio de un instante, de un breve segundo, de un santiamén, centrados y entretenidos en querer dominar al tiempo, en controlarlo, en beneficiarnos de él. Ilusas criaturas empeñadas en celebrar cumpleaños, en alegrarnos de los años que ya hemos gastado o consumido para siempre.
Los días perdidos son como los niños perdidos inventados por Peter Pan y recluidos en una muy especial isla. Los días perdidos son como el hipo que nos viene cuando le da la gana y que se va cuando quiere. Los días perdidos son como el agua que no has de beber, como los suspiros y bostezos malogrados, como el color negro, como lo que quieras sin querer.
Los días perdidos, deambulan solitarios por los pasillos oscuros de los manicomios a la espera de toparse con un medio loco, con un cacho de loco o con un loco entero, dispuestos a volvernos cada vez más aburridos.
Los días perdidos son como las reuniones de políticos, casi siempre, inútiles e inservibles.
Los días perdidos son migajas de tiempo desperdiciadas, pequeñas partículas de vida despreciadas, minúsculos instantes desperdiciados, periquetes desaprovechados, son canciones sin letra, música sin notas,
Y al final de esta triste historieta, queramos o no, nos guste o no, todos los días terminarán siendo “días perdidos”. Y así les ocurrirá a las semanas, a los meses, a los años, a los lustros, a las décadas, a los siglos; convirtiéndose, todos ellos, en polvo de pasado ya consumido y agotado.



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