miércoles, 28 de septiembre de 2022

UN AÑO ANTES DE LAS BODAS DE ORO

 Martes, 19 de junio de 2018.

A 339 de las BODAS DE ORO

                    El tiempo vuela; las musas de la inspiración huyen despavoridas por la ola de calor en que nos vemos envueltos en estos últimos días, antesala, anuncio y prólogo de un cálido verano; las grandes noticias se refugian monótonas en la cotidianidad y las pequeñas, particulares o familiares, brillan por ausencia, dificultando la tarea de este escribano, empeñado a toda costa en cumplir la propuesta tarea de “un escrito diario”.

                    Entonces recurrimos a lo afectivo, a lo afable, a lo cálido, a lo más íntimo, para mantener vivo y despierto los nunca olvidados recuerdos de los seres queridos que, para nuestra desgracia, se “marcharon”, nunca voluntariamente, hacia un cierto y desconcertante más allá.

                    Los abuelos, Diego, Rosario y mi madre, Pepita, cuántos entrañables momentos familiares os habéis perdido con vuestra no deseada “partida”, el crecimiento de los hijos, la venida a este mundo de una prole de encantadores nietos y bisnietos, las muchas celebraciones de bodas, bautizos, cumpleaños, grandes y pequeñas fiestas familiares que tanto os gustaban y nos gustan y que rompen y alteran la rutina de lo cotidiano. ¡Cuánto os echamos de menos en las mismas!

                    Y ¿Qué decir, querido Diego? ¿Quién salió ganando con tu “marcha”? Sabemos, con incomprensión y dolor extremos, los que salieron perdiendo. Empezando por ti y por los tuyos (también nuestros) Fuiste privado de tu ejercer de buen padre y mejor abuelo; te birlaron a destiempo, antes de lo justo, miles y miles de acontecimientos familiares; sólo nos dejaron las limosnas, en ocasiones insuficientes, de la evocación y de tu vivo recuerdo.

                    Hermanos, tíos, familiares y amigos inscritos en el libro negro de los “desaparecidos” de este mundo y habitantes de un paraíso desconocido e incierto (¡Ojalá fuera conocido y cierto, sin necesidad de recurrir a los milagros de la fe!) sabed que os quisimos y que os seguimos queriendo y recordando; tened por seguro que cuando nos reencontremos de nuevo sobrarán metafóricos besos y abrazos.

                    ¡Nos negamos a olvidaros, benditos seáis en vuestro silencio!




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