Miércoles, día 11 de enero
QUÉ LLUEVA, PERO SUAVITO
La verdad que no sé si es deformación o la simple
aceptación de una responsabilidad adquirida brutalmente. Que a uno lo culpen de
errores conscientes o inconscientes incluso, pase; pero que sobre las espaldas
de uno carguen el que llueva torrencialmente y haya viviendas que se inunden o
tengan otros tipos de problemas, francamente es pedir demasiado.
Esta lluvia que por la ley de contrastes, cuando antes
caía con violencia y tú estabas a cubierto de ella, te podía producir hasta una
sensación placentera, hoy te origina una bien distinta, y lo peor no es que el
vecino te aplique dicha responsabilidad a ti, de forma a veces muy directa;
cada uno es libre de pensar lo que quiera; sino que con el paso del tiempo y de
las tormentas, tú llegues a creértelo.
Nunca, sinceramente, me agradó la lluvia, pues la
considero como una atadura, sin que por ello deje de reconocer su importancia y
necesidad; pero desde que estoy en la alcaldía, cuando nos llega con mayor o
menor violencia, empiezo a aborrecerla, porque no quiero cargar sobre mis
espaldas este sentimiento de culpabilidad ni el peso de la ignorancia ajena.
Por todo ello no se me ocurre otra cosa que lo de: ¡Qué
grado de servidumbre!
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