Sábado, día 21 de enero
NOS COMIMOS EL COCHINO DE MI
CUÑADO EN LA CASA DE JUAN BELLOSO
Por segundo año Juan nos ha invitado a su casa para tomar
unas copas con motivo de la Navidad pasada y allí se fragua esta segunda
fiestecilla. A mi cuñado se le calentó la boca con el efecto del alcohol y
eufórico hace extensiva su invitación de que en este día nos vamos a comer un
cochino. Y cumple su promesa después de no pocas peripecias y multitud de
llamadas que tienen como protagonista a Paco, el que iba a venderle en
principio el cerdo. Lo cierto es que estamos reunidos para comer, beber y
charlar de nuevo en la casa de Belloso que tiene en la calle Albaicín; otros y
no pocos, además de lo anterior animarán la reunión con sus cantes y bailes. No
faltando los que aprovechan para pasarse de la raya y en la creencia de ser
graciosos meten la patita hasta la cintura.
Me equivoqué al llevar a esta reunión algunos de mis
dibujos a plumilla, ya que no era el momento ni el ambiente adecuado.
Y cuando fuimos a por Diego hubo algunas tensiones que se
acentuaron en la despedida, envueltas en bromas, que como pienso yo siempre
encierran algo de verdad, debidas principalmente a las estupideces verbales de
uno en concreto, cuyo nombre no merece reseñar, que en su afán de hacer gracia
de todo, termina por hacerse desagradable, rayando en la impertinencia, el
descaro, el mal gusto, la chabacanería y en definitiva, cambiando la atracción
por la repulsión.
Y es que existen personas que todavía no saben estar en
los sitios, sobre todo cuando el alcohol va aumentando en su sangre, porque
cuando el que se cree gracioso, sin serlo, se pasa de la raya y deja de tener
gracia.
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