lunes, 11 de julio de 2022

365 Y UNA POESÍAS (2004 - 2005)

 
PEQUEÑO CUENTO EN VERSO

72.- EL NIÑO QUE PERDIÓ SU RISA

        A la sombra de un naranjo,
cuajadito de azahar,
un niño de pocos años
gime y llora sin parar.
Las lágrimas que derrama,
gotas de limpio cristal,
se deslizan una a una,
por sus mejillas de cal,
buscando la roja tierra,
de los dos, su pedestal.
        Nunca el naranjo tuvo
gotero tan natural,
que a sus ocultas raíces,
él, fuera presto, a regar.
        El naranjo sintió pena
de aquel puro manantial,
y le preguntó al chiquillo,
la causa de su pesar.
        Este, lo miró extrañado
y sin dejar de llorar,
entre profundos jipíos
se dispuso a contestar.
Hace días que he notado
que mi alma, anda muy mal,
se me ha perdido la risa,
no sé por donde andará,
y una pena amarga y fiera,
grande como el ancho mar,
a mí me tiene apresado,
no me deja respirar,
y me invita día y noche,
sólo, a gemir y llorar.
        Algo muy malo ha de ser,
algo terrible y fatal,
para un humano, perder
las risas, con sus ja, ja, ja,
pensaba el verde naranjo,
mirando al triste chaval.
        Quiso el florido naranjo,
la pena del niño calmar
y tomó de entre sus ramas
un puñado de azahar
y tejió con prisa y maña
una corona real,
que puso sobre las manos
de aquel doliente zagal.
        Tomó gimiendo el obsequio,
con extrema seriedad,
ni una pequeña sonrisa
en sus labios granará,
su risa las tiene todas, 
no se sabe en qué lugar.
        El chico siguió llorando,
mirando el blanco azahar,
cuando a lo lejos se escucha
un sonoro ja, ja, ja,
proviene de una pequeña
que por el camino va,
rota de tanto reír,
a punto de reventar,
por una maldita risa
que ella acaba de encontrar,
junto a la fuente de piedra
que está un poco más allá.
        El niño ha reconocido
aquel claro ja, ja, ja.
Son de su risa, perdida
cuando su sed fue a calmar,
en las aguas de la fuente
que junto a la ermita está.
        El niño mira a la niña,
que ríe sin descansar,
la sujeta por un brazo,
suave, como de cristal,
y, antes de decir palabra,
nota un algo muy especial,
que anega su joven alma
de grata felicidad.
Una sublime sonrisa,
aromada de azahar,
inunda su joven rostro,
y sus ojos verde mar,
al ver la linda carita
de aquella niña de sal
que le devolvió su risa,
su risa de enamorar.

        Pasaron algunos años,
ya, casi una eternidad.
Junto a la fuente de piedra,
en la ermita que allí está,
una pareja de jóvenes
hoy se van a desposar,
los dos ríen contentos,
con sus risas, cada cual.

                                        Santa Cristina, Perillo, Oleiros, A Coruña, 11 de Julio de 2022
        

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