Las caricaturas siempre despiertan sonrisas y a veces carcajadas, al contemplar en tal guisa, estas figuras exageradas, no trantándose de ridiculizar a ninguno de los que se pintan, que suele ser los mejores de sus casas, sino que son brotes de arte envueltos en cartuchitos, no de papel de estraza, sino en cajitas de mucha guasa. Y para que nadie se lo tome a chufla, ni se enfade por esta casi chiquillada, el primero que se autorretrata es el artista, que cambia su lanza de caballero por un lapicero de punta negra y larga y que usa como escudo, el bloc de andar por casa, el de tomar apuntes y bocetos en sus hojas blancas, donde ni escudo de su adoptivo pueblo, ni la mano abierta de los de su casta, faltan y tienen lugar privilegiado en su portada.
Clim así se vio, mirándose al espejo que no falta en ninguna de las casas, apareciendo como lo que es, algo serio y con barba. Seriedad, no de tristeza, pues nunca fue enemigo de guasas; sí, posiblemente, de escondidas añoranzas. Y con su característica barba, que si en el dibujo aparece negra, ya se va tornando en cana y no demasiado poblada.
Y que, aunque no tiene nada que ver con la caricatura. lleva unos días que para él se los guarda y que más de uno puede pensar..., que quién los pillara.
Algo debiste hacer, querido hermano, por este pueblo, que además de adoptarte, mucho te ama; a tí y a todos los de tu casa.
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