Ya resulta natural,
cuando nuestra Cruz nos llega,
que tenga que comenzar
con muy opípara cena,
cada cual en su caseta.
Grande es mi curiosidad,
por saber como es debido,
por qué a esta noche inicial
se la llama, del "pescaíto",
y si es bueno el apelativo.
Quizás comenzó el ritual,
según decir de entendidos,
cuando dábase final
a todo el preparativo,
y en puertas del encendido.
Después de tarea brutal,
en bastantes días seguidos,
lógico era celebrar
el trabajo bien concluido,
con algo asaz socorrido.
Y que cosa más normal,
que afluir al pescaito frito,
más fácil de cocinar´
que cualquiera de los guisos,
e igual barato, que rico.
Y como suele pasar,
la costumbre se hizo rito,
y en vísperas del ferial,
ya no faltó el pescaito,
con cerveza y vino fino.
Con el paso de los tiempos,
y el trabajo reducido,
por adelantos modernos,
añadiose a lo festivo,
con forzoso cumplimiento.
En la Cruz es lo primero,
pues antes del encendido,
acuden los caseteros,
todos bien arregladitos,
para este feliz encuentro.
Lo que yo ahora, no comprendo,
y con sinceridad digo,
es que sin cambiar concepto,
se alteró su contenido,
y todo el mundo contento.
Como soplan tiempos buenos,
que malos, ya hemos vivido,
el pescado es lo de menos,
ganó la guerra el marisco,
que es mejor, cuanto más fresco.
No falta el mejor queso,
ni exquisitos embutidos,
la chacina de buen cerdo,
el fruto de los olivos,
ni el jamón, que llaman negro.
De las patas, lo de dentro,
cigalas y langostinos,
bocas de enormes cangrejos,
gambas de sabor muy fino,
la mariscada de ensueño.
Todo con el aderezo
de cerveza, rebujito,
y vinos que son muy buenos,
como el Tío Pepe, que es fino,
y otros, de nobles viñedos
Quedando como recuerdo,
el pescaito bien frito,
que asoma como postrero,
en lugar de preferido,
en muy sonado destierro.
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