(CONTINUACIÓN DE LA ASAMBLEA DE LOS REPRESENTANTES DE LOS 6 PUEBLOS)
Aquel iniciado murmullo, acompañado de nerviosos movimientos y de algunas toses, dio paso al capítulo de los lamentaciones, reflejo de la preocupación de los asistentes al no poder encontrar soluciones; lamentaciones que se salpicaron de un lugar a otro, sin orden, y que Zaño temía que podría dar origen a otro alboroto y no estaba dispuesto a llegar a otro receso; por ello, se limitó sólo a pedir reiteradamente orden. Grupos que agobiados gritaban que necesitaban un sustituto del Sol; que no podrían sobrevivir sin su luz ni calor. Boliar, el árbol de los Mennanos, repetía sin detenerse, una y otra vez, sólo tres palabras: luz, calor y vida, creando una monótona y machacona melodía; en su esquina de enfrente, Crisped se apuntaba a esta cadencia, repitiendo otras tres palabras: Menos palabras, soluciones. Ahabil, para ayudar a Zaño y levantando la voz, casi en un grito señaló que había que construir seis cámaras, una por cada pueblo y que debían llevar a ella lo mejor de cada uno. Y tanto Cholina, como el otro representante de su pueblo, Bamusk, elevando dentro de aquel monótono y rítmico sonido de los lamentos, sus voces, preguntaron que para qué nos serviría lo que señalaba Ahabil y cómo darían más vidas al Sol. Este les respondía que darían vida con algo que también la tuviera, con la Fe.
Intervino en aquel momento tan complejo, Barbicul, siguiendo con su teoría, la necesidad de construir espejos que fueran capaces de recibir la cada vez menor energía del Sol y que al mismo tiempo reflejara las cosas buenas que cada uno de ellos poseía, las bondades de sus pueblos, nuestras propias vidas. a Boliar, el árbol de los Mennanos, le parecíó bien aquella idea del choque de la debilitada energía solar con la de los 6 pueblos, cargados de ilusión, que a su vez proporcionaría alguna más. Sin embargo, Crisped, el del pueblo de Berbu pidió que alguien le explicara el tema de los espejos y fue el mismo Barbicul el que le respondió, con bastante entusiasmo: serán unos espejos que devolvieran vida al corazón del mundo; no unos espejos cualquieras, sino aquellos que construidos con nuestros minerales más preciados y con nuestra piedras sagradas, vendrían a equipararse a nuestras almas, no a las personales de cada uno, sino a las almas de nuestros pueblos, plenas de energía. Su fuerza sería poderosa, porque reflejaría la bondad de todos nosotros.
Berbu preguntó que qué ocurriría si alguno de los pueblos dejara de reflejar esa bondad colectiva. Y nadie supo contestarle; sólo Ahabil se atrevió a pensar en voz alta y con algo de tristeza dijo a la Asamblea: Esto nadie lo sabe, pro si esto ocurriera, podrá ser que su espejo con el tiempo se iría ennegreciendo hasta que..., estallase, hasta que se rompiera en miles de pedazos y añadiría otro dolor a nuestro pesar...
Entonces, Chicul, con su habitual templanza, después de aceptar la idea de Barbicul, y mediando con otras propuestas que surgieron a lo largo de la Asamblea, propuso la idea de construir igualmente un gran espejo por cada pueblo, que encerrara lo mejor de cada uno de ellos, con la bendición de sus dioses y con sus objetos sagrados, con su indudable fe y con la sana creencia de que sus múltiples bondades podían devolver al Sol las energías necesarias para su recuperación completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario