miércoles, 23 de febrero de 2022

EL CORAZÓN DEL MUNDO XVIII

         (CONTINUACIÓN DE LA  ASAMBLEA DE LOS REPRESENTANTES DE LOS 6 PUEBLOS)

                            Aquel iniciado murmullo, acompañado de nerviosos movimientos y de algunas toses, dio paso al capítulo de los lamentaciones, reflejo de la preocupación de los asistentes al no poder encontrar soluciones; lamentaciones que se salpicaron de un lugar a otro, sin orden, y que Zaño temía que podría dar origen a otro alboroto y no estaba dispuesto a llegar a otro receso; por ello, se limitó sólo a pedir reiteradamente orden. Grupos que agobiados gritaban que necesitaban un sustituto del Sol; que no podrían sobrevivir sin su luz ni calor. Boliar, el árbol de los Mennanos, repetía  sin detenerse, una y otra vez, sólo tres palabras: luz, calor y vida, creando una monótona y machacona melodía; en su esquina de enfrente, Crisped se apuntaba a esta cadencia, repitiendo otras tres palabras: Menos palabras, soluciones. Ahabil, para ayudar a Zaño y levantando la voz, casi en un grito señaló que había que construir seis cámaras, una por cada pueblo y que debían llevar a ella lo mejor de cada uno. Y tanto Cholina, como el otro representante de su pueblo, Bamusk, elevando dentro de aquel monótono y rítmico sonido de los lamentos, sus voces, preguntaron que para qué nos serviría lo que señalaba Ahabil y cómo darían más vidas al Sol. Este les respondía que darían vida con algo que también la tuviera, con la Fe.

                            Intervino en aquel momento tan complejo, Barbicul, siguiendo con su teoría, la necesidad de construir espejos que fueran capaces de recibir la cada vez menor energía del Sol y que al mismo tiempo reflejara las cosas buenas que cada uno de ellos poseía, las bondades de sus pueblos, nuestras propias vidas. a Boliar, el árbol de los Mennanos, le parecíó bien aquella idea del choque de la debilitada energía solar con la de los 6 pueblos, cargados de ilusión, que a su vez proporcionaría alguna más. Sin embargo, Crisped, el del pueblo de Berbu pidió que alguien le explicara el tema de los espejos y fue el mismo Barbicul el que le respondió, con bastante entusiasmo: serán unos espejos que devolvieran vida al corazón del mundo; no unos espejos  cualquieras, sino aquellos que construidos con nuestros minerales más preciados y con nuestra piedras sagradas, vendrían a equipararse a nuestras almas, no a las personales de cada uno, sino a las almas de nuestros pueblos, plenas de energía. Su fuerza sería poderosa, porque reflejaría la bondad de todos nosotros.

                            Berbu preguntó que qué ocurriría si alguno de los pueblos dejara de reflejar esa bondad colectiva. Y nadie supo contestarle; sólo Ahabil se atrevió a pensar en voz alta y con algo de tristeza dijo a la Asamblea: Esto nadie lo sabe, pro si esto ocurriera, podrá ser que su espejo con el tiempo se iría ennegreciendo hasta que..., estallase, hasta que se rompiera en miles de pedazos y añadiría otro dolor a nuestro pesar...

                            Barbicul, haciendo sonar armónicamente su triflolino, consiguió atraer la atención de los que se estaban entregando ya a la desesperanza, al pesimismo, al desencanto indirectamente anunciado por Ahabil, y en el inicio de esta nueva intervención, parecía que él también comenzaba a caer en sus redes, al decir: Ya sabemos que estamos padeciendo, que el Sol se debilita por momento; pero ello no nos debe llevar a la desilusión y como no podemos esperar mucho, propongo que nos pongamos a trabajar. Construyamos en principio el mayor de los espejos que sea capaz de reflejar y multiplicar la escasa energía recibida del Sol, una lente gigantesca que sea capaz también de devolverla de forma multiplicada y con generosidad al que nos la regala en principio a cambio de nada; porque como nadie sabe cuál será el fin de lo que nos está ocurriendo y porque estoy convencido de que el Sol, nuestro Sol, no se apagará nunca, por infinitas glaciaciones que se produzcan, debemos votar cuanto antes y ponernos en mano a la obra inmediatamente si se aprueba.

                            Entonces, Chicul, con su habitual templanza, después de aceptar la idea de Barbicul, y mediando con otras propuestas que surgieron a lo largo de la Asamblea, propuso la idea de construir igualmente un gran espejo por cada pueblo, que encerrara lo mejor de cada uno de ellos, con la bendición de sus dioses y con sus objetos sagrados, con su indudable fe y con la sana creencia de que sus múltiples bondades podían devolver al Sol  las energías necesarias para su recuperación completa. 

                            La propuesta presentada finalmente fue votada y aceptada por unanimidad por todos los asistentes a la Asamblea, con un añadido propuesto por Zaño a última hora, que consistía en que los espejos de cada uno de los pueblos fueran, si ello fuese posible, móviles, siguiendo la marcha en los cielos del Sol y que durante la noche estuvieran conectados entre sí y con la gran lente, con el fin ayudarse entre sí si fuera necesario. Sólo faltaba que los sabios hicieran los consiguientes proyectos y elegir el lugar donde se ubicarían las la lente y los espejos de los Pueblos. 


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