Entrega nº 114
LEONARDO
Bob de Groot y Philippe
Liegeois
Bob de Groot fue un guionista, sobre
todo, y dibujante de historietas belga que nació en Bruselas el 26 de octubre
de 1941, de padres holandeses y franceses, que comenzó su carrera como
dibujante, siendo asistente de Maurice Tiellieux en su serie de Félix y que en
gran parte de sus obras trabajo junto a Turk, hasta tal punto que se les llegó
a conocer como De Groot and Turk.
Con este y de guionista trabajó en la
serie de Robin Dubois, para la revista Tintín y en la de Leonardo, que es la
que asomamos a nuestra ventana hoy. También escribió episodios para Lucky Luke,
dibujada por Morris, tales como El bandido mecánico (1981), Marcel Dalton (1998)
y El artista pintor (2001).
Otras obras suyas fueron: Alice au pays
des Merveilles, en el año 1973, según guión de Greg, y en colaboración con
Dany, Dupa y Turk, para las editoriales Le lombard y Dargaud. Durante los años
1977 y 1986 trabajó en la serie Chlorophylle, realizando 3 volúmenes y
colaborando con los artistas Dupa y Walli, para la Editorial Le Lombard. Entre
1973 y 1984, trabajó en 9 volúmenes del personaje Clifton, colaborando con Turk
y para Le Lombard y Dargaud. Estas dos
últimas series habían sido creadas por Raymond Macherot.
Para Dargaud en los años 1987 y 1988,
realizó colaborando con Philippe Francq y para Le Lombard, dos volúmenes de la
serie des villes et des femmes.
En 1989, junto a J. Landrain y para Le
Lombard trabajó para la primera serie diseñada en su totalidad por computadora,
titulada Digitaline.
Y terminando el siglo XX 1999 y 2000,
con el artista M. Rodrigue y repitiendo editorial realizó tres volúmenes de la
obra Doggyguard.
En cuanto al personaje de hoy señalar
que la historieta se desarrolla en la época de comienzos del Renacimiento,
aunque con algunos elementos del siglo XX. Leonardo, inspirado en Da Vinci, es
un inventor y se considera a sí mismo un genio que vive en una pequeña ciudad y
se pasa todo el día, cosa lógica, inventando “cosas”. La mayoría de estos
inventos se asemejan a la tecnología moderna, con artilugios tales como
televisión, extintores, automóviles y aviones, entre otros más extravagantes,
como máquinas del tiempo o robots.
A Leonardo le ayuda su inseparable
Basile, un asistente sufrido y bastante renuente. Leonardo se refiere a su
joven ayudante como “pupilo”. Basile, por su parte, le muestra poco respeto a
su maestro, y no sin causa justificada, ya que su relación se asemeja más a la
de un jefe despótico con su empleado que a la de alumno y maestro, además de
tener que sufrir la arrogancia de Leonardo.
De hecho, más que enseñar a su
discípulo el método científico. Leonardo le ve como una cobaya para sus
inventos y muestra poca simpatía cuando van mal cosas, lo que casi siempre
sucede. Sin embargo, Leonardo espera que su discípulo se entusiasme por sus
inventos, lo que hace que el ayudante repita a menudo con desgana su latiguillo
“Yo sirvo a la ciencia y esa es mi alegría” (“Je sers la science et c´est ma
joie”).
El argumento más común es que a
Leonardo se le ocurra una idea para un invento. Luego procede a despertar a su
discípulo utilizando diversos medios que van desde los altavoces a los
explosivos. Después de volado en pedazos o sufrir lesiones similares, el
discípulo se reúne con él y procede a regañadientes a ayudar a construir y
probar la última idea de Leonardo. La historieta termina a menudo con el
discípulo cubierto de yeso y vendas o
teniendo que ir al hospital.
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