miércoles, 24 de noviembre de 2021

RECUERDOS DE MELILLA

                                   VENTANAS Y BALCONES MODERNISTAS DE MELILLA


                        La palabra modernismo parece ir única e irremediablemente unida a Barcelona y sin embargo, existe una ciudad a más de mil kilómetros de la Ciudad Condal que puede presumir de centenares de edificios catalogados bajo este estilo.

                        Se trata de Melilla, la antigua Rusadir, la segunda ciudad española con más representación de arte modernista en sus calles.

                        Gran parte del mérito es de Enrique Nieto, arquitecto barcelonés que, tras terminar sus estudios, trabajó durante tres años con Gaudí en proyectos como la Casa Milá, pero que,buscando crecer lejos de la sombra del maestro decidió en el año 1909 trasladar a Melilla , ciudad que se encontraba en pleno crecimiento.


                        Con aquella decisión suya, aparentemente trivial, se cambiaría para siempre el perfil arquitectónico de esta ciudad española del norte de África.


                         Melilla antes de llegar Nieto había comenzado a crecer y estaba envuelta en una vorágine urbanística. Se proyectaba entonces ampliar la ciudad a través del Ensanche, imitando proyectos de otras ciudades, como Barcelona o Madrid, con un desarrollo rectangular lleno de grandes avenidas y esquinas achaflanadas; con la mayoría de sus calles centrales desembocando en su Plaza de España, junto al puerto marítimo y de esta manera  comenzaba a entrar Melilla en el siglo XX sin olvidar sus esencias.

                        Y Enrique Nieto estaba dispuesto a que su ciudad de acogida entrase en el nuevo siglo de la manera más bella posible, adaptándose al modernismo imperante.


                        Aunque su estilo es más suave que el que existe en Barcelona, sirve para cambiar el sencillismo y las formas geométricas del clasicismo por las curvas, el anhelo de movimiento y los motivos de inspiración natural y con rostros de mujeres.

                        Las fachadas se llenan de colores ocres y marrones, por los tejados asoman cúpulas escamosas y los edificios se salpican de molduras naturalistas, siluetas de animales y balcones con bellas cerrajerías. 

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