Entrega nº 12
Adela
no tiene obstáculos para desbordarse en cuanto a su imaginación. ¿A que pocos
niños no les hubiera encantado en su cumpleaños que le regalasen un “unicornio”
y que además le permitiera volar con él?...
Y cuando terminemos con este
minicuentos sólo nos quedarán tres para publicarlos aquí. El tiempo pasa como
las cosas que ocurren en todas estas pequeñas historias que nos cuenta Adela.
¡QUÉ SORPRESA!
Hola, chicos.
Un día, el de mi santo, me regalaron
una cosa que me dejó sin habla.
¡Vaya sorpresa!
¿Queréis saber cuál fue el regalo tan
sorprendente?
Seguro que no os lo imagináis. Lo mismo
me ocurrió a mí hasta que lo vi.
Me regalaron un UNICORNIO. Sí, de
verdad, un unicornio precioso.
Tenía las alas multicolores y una cola
rizada de color azul, amarillo y rosa.
Su pelo era larguísimo y llevaba una
hermosa trenza de color rosa, con flores de diferentes colores.
Volaba por el cielo y de verdad que me
encantó, porque además brillaba como el cristal.
Juntos volamos por muchos países y un día
cuando lo hacíamos por un espeso bosque, de pronto nos encontramos con la bruja
Marilenta, que además de lenta como aparecía en su nombre, era muy malvada.
Aquel día con un conjuro me quitó el
unicornio mientras volábamos y caí desde el cielo hasta los árboles del bosque
y menos mal que estos estaban muy tupidos y sus abundantes y suaves hojas
amortiguaron mi golpe y pude bajar hasta el suelo sin problemas.
La bruja Marilenta encerró a mi
unicornio en el sótano de su vieja casa, ya que lo único que quería de él era
el quedarse con sus poderes mágicos, que tenía muchos.
Para rescatarlo tuve que atravesar
diferentes partes de este gran bosque. Primera fue la parte que tenía los
árboles frutales, que era muy curioso porque todas las frutas tenían vida. Como
no tenía hambre no cogí ninguna y me dejaron atravesarlo sin que me pasara
nada.
Luego me encontré con la parte de los
árboles de los cuentos, donde me encontré con Peter Pan, que tuvo la gentileza
de acompañarme, al ver mi preocupación, a la parte donde vivían la mayoría de
los animales, la más peligrosa.
Al llegar allí escuché un ruido que
salía de un árbol que tenía muchas ramas pero que estaba muy seco, donde se
encontraba como si fuera una más de ellas la guardiana de esa parte, una vieja
y fea serpiente. Conseguí engañarla diciéndoles que era amiga de la malvada
bruja, que me había invitado a su casa.
Por fin llegué a la vieja casa de
Marilenta y liberé a mi unicornio aprovechando que estaba dormida como un
tronco junto a la chimenea.
Desaté sus ataduras y muy despacio, sin
hacer ruido, salimos del sótano y de la vieja casa por una ventana que se había
dejado abierta la bruja, llevándonos su escoba para que no pudiera seguirnos
cuando se despertara.
Una vez al aire libre nos fuimos
volando con dirección a nuestra casa y nunca más volveríamos a aquel maldito
bosque.
Y COLORÍN, COLORÍN, este cuento llegó a
su fin.
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