Ayer, en la tarde, estuve un rato con Adela y la invité a que leyera lo que había escrito en nuestro blog sobre ella y su experiencia de hace un par de años, cuando se atrevió a escribir esta serie de cuentos cortos. La dejé en su soledad, o mejor, en compañía de una de sus criaturas, la primera, y al concluir su lectura, le pregunté por el qué le había parecido esta publicación. Con un especial brillo en sus ojos tardó unos segundos en contestarme, aunque la oí decir en voz baja para sí, casi en un susurro que le había encantado. Y mirándome sin perder su sonrisa me apuntó que no sabía qué decirme, dándome las gracias. Y la vi con ganas de darme un buen abrazo; pero esta maldita pandemia hasta de esto nos está privando.
MINICUENTO Nº 2
PAPÁ NOEL ATERRIZA EN LA LUNA
Hola, chicos.
¿A que no adivináis quién soy?
Claro que no. Os voy a dar dos pistas.
Venga, allá van.
La primera, cuando os veo digo: ¡Oh, oh,
oh! Con mi voz ronca y de mayor.
La segunda es que siempre voy vestido
de rojo.
Seguro que ya habéis adivinado quién
soy, ¿verdad?
Pues claro, soy Papá Noel, y hoy os voy
a contar la historia que me ocurrió el pasado veinticuatro de diciembre del año
dos mil y pico.
Ese día estaba yo preparando todos los
regalos para… ¡Ay! Casi se me olvida deciros que estos los fabricaban los
elfos, eran ellos los que construían cascanueces, muñecas, balones, coches
teledirigidos y muchísimas cosas más.
Yo estaba muy contento porque iba a
entregar a todos los niños del mundo sus juguetes.
Viajaba primero para Nueva York para dejar allí los regalos, pero de pronto los renos sin saber por qué se desviaron de su ruta y aterrizaron en la Luna, que aquella noche estaba llena y muy grande. Al bajar del trineo, todo sorprendido, vi una sombra, que al final resultó ser la de un alienígena.
Él me hablaba, pero yo no le entendía.
Me decía: “Mananafutotil”.
Como uno de los elfos que me acompañaba
sabía todos los idiomas del mundo lo tradujo. Pregunta que quién eres.
Entonces yo le respondí: Soy Papá Noel
y después de darle una bebida mágica para poder entendernos le pregunté; Y tú,
¿Cómo te llamas?
Yo me llamo Leico, respondió.
Y
nos hicimos muy buenos amigos, teniendo que recoger todos los regalos que se
cayeron en nuestro aterrizaje. Además lo invité a que viniera conmigo y me
ayudara para llevar los regalos a todos los niños del mundo; así que nos
dirigimos de nuevo a la Tierra.
Cuando terminamos de repartir todos los
regalos, cansados y muy contentos, volví a la Luna y dejé allí a Leico dándole
un fuerte abrazo y las gracias por haberme acompañado.
Ya
montado en el trineo, le dije adiós y me fui.
Me
prometí que cualquier otro día del año tres mil y pico volvería a ir a la Luna
y eso sería mi mejor regalo para mi buen amigo, el alienígena Leico.
Y COLORÍN, COLORADO, otro cuento que he
acabado.
Ya no se ni que decir de las cosas tan bonitas que me pones🥰
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