domingo, 14 de abril de 2019

¡CUESTA POCO!

Domingo, 14 de abril de 2019.
A 40 días…

HABLAR Y ESCRIBIR

     Los humanos, elegidos caprichosamente por un desconocido y, a veces, olvidado creador y elevado a una categoría suprema, entre todos los seres de la creación, hemos recibido, desde los albores del tiempo, el preciado y gratuito don de HABLAR, y bastantes milenios después, los escogidos hombres, con penosos e inteligentes esfuerzos y sobradas dosis de arte, inventaron la enigmática escritura.

     Estas maravillosas herramientas, el HABLA y la ESCRITURA, el HABLAR y el ESCRIBIR, imprescindibles en la necesaria comunicación humana, desgraciadamente desconocidas y no disfrutadas por muchos mortales y tenidas, desde antaño, como algo natural, regaladas, gratuitas y heredadas, nos confundieron, nos cegaron y no nos permitieron valorar su extraordinaria grandeza, ni apreciar su auténtico poder superior que, afortunadamente, nos aleja y eleva sobre el resto de nuestros parientes animales. Aunque lamentablemente,  en estos tiempos de avanzada tecnología en todos los campos del saber, en muchas ocasiones, con nuestro particular, descuidado y pésimo HABLAR y peor ESCRIBIR, estemos propiciando un peligroso retroceso que, inevitablemente, nos está acercando a olvidados y superados primates. Olvidando la sana aspiración de un mejor HABLAR y una mayor atención y dedicación a la ESCRITURA que, sin dudar, nos conducirían a una más rica, fluida, bella y placentera comunicación entre los escogidos hombres.

      Sin querer buscar culpables, sin intenciones de encontrar inútiles e inservibles excusas o pretextos y sin pretensiones de convertir este monólogo en magistral lección lingüística, me veo en la obligación, sin embargo, de mosquearme y criticar  a los engreídos y torpes humanos que, de manera consciente o inconsciente, nos obsequiaron con una insalvable “babel” de diferenciadas HABLAS y ESCRITURAS, origen de un difícil entendimiento entre los humanos y obstáculo invencible para una deseada y necesaria comunicación universal entre los muchos moradores de este grandioso y, a la vez, insignificante planeta, mal llamado Tierra, teniendo en cuenta que el agua, como en todos nosotros, es el elemento dominante. Y no olvidemos las ultimísimas modas de políticos parlantes, empeñados en “mejorar” el HABLA de sus correligionarios a bases de sonoras meteduras de patas, y el pasotismo de los jóvenes en la utilización del lenguaje escrito de una manera telegráfica, recortada, cercenada y pobre, por eso de ahorrar.

      Sin más preámbulos, me adentro y rebusco en  las entrañas de estas dos escogidas palabras, HABLAR y ESCRIBIR, y lanzo a los aires mi particular visión de verlas y entenderlas, acompañadas de mi gratitud al desconocido ser que me regaló la capacidad de HABLAR y el disfrute de ESCRIBIR.

     HABLAR y ESCRIBIR, fuera de su parentesco comunicativo y de su frecuente utilización por los hombres, son palabras, atributos y prácticas humanas muy diferenciadas y, en ocasiones, distantes y extremas. El HABLAR es momentáneo, es improvisación, instantaneidad y brevedad y el ESCRIBIR es meditación, es maduración y sabia elección. HABLAR, en la incruenta, necesaria y bendita batalla de la comunicación, es una victoria efímera y ESCRIBIR es siempre una victoria perdurable. HABLAR, siempre termina siendo una comunicación perdida en los aires cercanos y ESCRIBIR es siempre una eterna comunicación. HABLAR es usar, gastar, derrochar y despilfarrar palabras y ESCRIBIR es sinónimo de moderación, control y justeza de palabras. HABLAR es, en todo momento, compañía y ESCRIBIR es siempre grata soledad. HABLAR es ponerse el mono de trabajo para entendernos con los demás hablantes y ESCRIBIR es vestirse de gala para las fiestas literarias de la comunicación entre los humanos.

     HABLAR, para la gran mayoría, es fácil, gratuito y poco valorado. Por ello, en estos tiempos impersonales que corren, al HABLAR navegamos a la deriva, hablamos cada vez peor, renunciamos con extrema facilidad al bien HABLAR y nos dejamos embaucar por innecesarios extranjerismos y chabacanos modismos.

     ESCRIBIR, para la misma gran mayoría, es difícil y costoso y, por ello, renuncian a su práctica y dejan, con sumisa  y pobre aceptación de corderos, en manos de una escogida élite, el formidable ejercicio de ESCRIBIR que  permite expresar con signos gráficos pensamientos, sentimientos e ideas.

      Al HABLAR,  con ayuda de la rosa de los vientos que, incansablemente, se lleva todas las palabras lanzadas al aire, y sabedores de que Hacienda, de momento, no nos cobra ningún impuesto, no escatimamos palabras, abusamos de ellas, lanzamos infundios, inventamos bajezas, jugamos, sin rubor, a “dimes y diretes” y, habitualmente, perdemos la costumbre de meditar antes de hablar y olvidamos la sana costumbre de pedir disculpas, cuando, en el fácil HABLAR, metemos la pata o dañamos a algún semejante.

     Al ESCRIBIR, en la obligada soledad y sin ayudas, expresamos y desvelamos, con desconocidos aciertos y no queridos errores, nuestros sagrados secretos, superamos frecuentes y extendidos complejos y, con osado atrevimiento y gloriosa valentía, nos sumamos a la élite de humanos que gozan de las escritas palabras. Y no hace falta ser un Cervantes, ni emular a los grandes genios de la literatura, ni esperar premios, plácemes o felicitaciones; sólo necesitamos sentirnos hombres y ejercitarnos en el bendito regalo del ESCRIBIR.

      Termino, como otras veces, solicitando humildemente a los lectores de hoy, si los hubiere, un pequeño esfuerzo diario para mejorar, sin absurdos prejuicios, su HABLAR y los animo a superar inservibles complejos, a la hora de ESCRIBIR. Si hablando se entiende la gente, hablando bien, se entenderán mejor. Si escribiendo, eternizamos la historia de los pueblos y de sus gentes, escribamos, entre todos, la pequeña y gran historia de nuestro alrededor y de nuestro pueblo, El Viso. Y no olvidemos nunca que, HABLAR y ESCRIBIR nos hicieron y nos hacen hombres. Por ello, HABLAR y ESCRIBIR bien, sin dudas, mejorará nuestra humana condición.

Me gustaría grabar en el aire de los alcores, en la celeste bóveda protectora de la Vega, con indelebles letras y permanente estar, el utópico mensaje de:

¡HERMANO, HABLA SIEMPRE BIEN Y ANÍMATE, CUANTO ANTES, A ESCRIBIR!


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