Miércoles,
1 de agosto de 2018.
A
295 días...
LA MOSCA PLAYERA
No sé si es la misma, única en su especie
o, por el contrario, son muchas educadas
y preparadas para fastidiar a todo Cristo viviente. De entre las moscas
nominadas “cojoneras”, no podemos olvidar a “la mosca de la tele”, esa que por
delante de la pantalla o por dentro de ésta, no deja de molestar a los
televisados o a los televidentes. La llamada “mosca playera” es más pertinaz,
más incansable, más pesada y, sobre todo más “porculera”.
En plena efervescencia de la
huelga del taxi y en el inicio de una anunciada a bombo y platillo ola de
calor, padecí el acompañamiento maléfico de una de estas insurrectas mosca
playera. Salí, como de costumbre, con Rosa, a dar el diario paseo matutino por
la orilla del mar de la Ballena. Apenas pisé la calle, como quien coge sobre la
marcha un taxi libre, se montó sobre mi la susodicha y, sin parar de moverse,
me acompañó revoloteando a mi alrededor ajena a mis manotazos corporales. Llegamos
a la orilla donde las olas se rompen y
la arena mojada disfruta dibujando, de forma efímera, nuestras huellas y nos
desprendimos de la camiseta y de las zapatillas para andar más ligeros. Y
seguía allí, acompañándome. De la oreja
a la nariz, de ésta al pelo; de aquí para allá, pero sin despegarse mucho. Con
la camiseta convertida en incruento látiguillo me fui azotando el cuerpo por las partes donde creía
se encontraba ésta. Y seguía allí, “porculeando”, repasando mi cuerpo, más
impertinente que nunca y yo seguía y seguía con mi castigo.
Cuando una de estas mosca te coge,, se
acomoda a tu cuerpo, a tu paso, es como el tonto y la vereda que no hay quien
los separe.
Llegando a casa, después de haber
recorrido cerca de seis kilómetros, según “endomondo”, sin casi darme cuenta
noté que la mosca playera me había abandonado, que había encontrado otro
vehículo para viajar gratis a otro lugar. ¡Bendita la hora y el lugar!
Dios os libre de estas pertinaces e
impertinentes moscas playeras, diosas de la “porculería”.

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