domingo, 14 de octubre de 2018

Al rescate de Calabuig 2



Martes, 10 de julio de 2018.
A 318 días…

EMPEZAMOS A SER UN EJÉRCITO.
A LA VERANIEGA RECONQUISTA DE  LA BALLENA.

     Desde que disfrutamos del apartamento en Costa Ballena nuestras vidas han cambiado bastante, sobre todo en lo referido al número de componentes del grupo familiar.

     Progresivamente, con lentitud pero sin pausa, pasamos de ser un grupito a componer un verdadero ejército. Rosa, yo y nuestros tres hijos, Clemente, Diego y Ángel conformábamos el núcleo inicial de los Calabuig-López, al que pronto se le sumaron sus  respectivas mujeres, Estela, Silvia y Esther de los Franco, Mateos y Ávila. Pasaron unos pocos años de estabilidad numérica, hasta que apareció Martina, primera de los nietos en el escalafón de descendientes. Por orden, ya morando el apartamento de Costa Ballena, aparecieron Alejandra, Diego, Clemente, Valentina y hace un par de meses, el último vástago familiar, Ángel.

     Hoy, componemos un grupo de 14 personajes, para nosotros,  protagonistas importantes de un clan familiar que, sin dudas, crecerá y crecerá hasta un desconocido límite. Son muchas las veces que nos reunimos todos, siempre  menos de lo deseado y siempre por cortos periodos de tiempo. Ésta, es la última concentración programada y, como es lógico, trataremos de exprimir al máximo, en gozo  y disfrute, olvidando con prontitud los malos ratos, si los hubiera.

     Los primeros en llegar a nuestro modesto santuario roteño fuimos Rosa y yo, escoltados por los tres nietos de Diego y Silvia, Alejandra, Diego y Valentina. Los recogimos en casa de sus abuelos maternos, Juanlu y Gracia, cargados de ilusiones y de deseos de pasarlo muy bien. Durante el viaje se portaron estupendamente, mucho mejor de lo que esperábamos nosotros. Durante el mismo jugamos a todo lo que se nos ocurría, con el fin de hacerlo más pasajero, menos pesado. Nos reímos con las ocurrencias de Valentina en el juego del “veo, veo”.

     Primera tarea a realizar,  acomodo y colocación  de las ropas en sus correspondientes armarios y, a continuación, comida y descanso, y a esperar la llegada de los primos Martina y Clemente.

     Como viene siendo habitual, el encuentro de los primos es para recogerlo en imágenes, largos abrazos y repetidos gritos y besos.  Es una alegría contemplar dichos momentos. Bien entrada la tarde, Estela se presentó en el apartamento después de haber encontrado, con fortuna, un buen aparcamiento en la cercanía de nuestro bloque. Acomodación sin problema de los nuevos inquilinos y ordenamiento de los equipajes.

     Durante la cena a Estela se le ocurrió la feliz idea de crear un sistema de puntos para la gente menuda, como método de controlar el comportamiento de los mismos. El listado de los méritos merecedores de puntos y el de deméritos propicios para restar puntos, fueron aceptados por todos, y el premio final era montarse en los “cacharritos” tantas veces como puntos conseguidos, cuanto más, más veces. Desde los primeros momentos, el sistema dio sus frutos y los mayores no pudimos evitar reírnos con las ocurrencias de  los implicados y felicitar a la inventora del sistema. Recogieron la mesa después de la cena, se pusieron sin ayuda los pijamas, se limpiaron los dientes, se conformaron con la hora de ir a la cama, rezaron antes de dormirse y no olvidaron despedirse de los mayores con numerosos besos y el remate del tomate fue que uno de ellos (Clemen) hasta nos levantó la sábana a alguno de los mayores. La primera remesa de puntos voló en cantidad para alegría de los nietos que ya se veían montados en más de un cacharrito.

     El alterne de playa y piscina ocupaba el tiempo de ocio de la tropa y, en casa, la tele y las tables cumplían su papel sedante. Los puntos seguían funcionando para satisfacción de padres, abuelos y vecinos.

     Los puntos crecieron en cantidad, permitiendo a la menudencia, recibir el premio de hasta tres viajes. Como en ocasiones anteriores, caímos en la trampa de los “patitos”, sin embargo no hubo problemas al elegir y la conformidad de todos fue saludable y gratificante.

   El siguiente en llegar fue Clemente, un importante refuerzo para los mayores.   La llegada de Diego y Silvia tuvo su luz y su sombra. La alegría del encuentro, y los regalos para todos los pequeños (tablas de “surfear”) y, por otro lado, el abrir las puertas al llanto de Valentina. Esperamos que esta  mala costumbre desaparezca con el transcurrir del tiempo.

     En estos raros días de playa, cubiertos y frescos, la mejor y mayor ocupa recordando tiempos pación de casi todos, fueron los partidos de fútbol entre padres e hijos. Destacando en ellos el pundonor y coraje de Diego, las frecuentes caídas y choques de Clemen y las “patosidades” de Alejandra y Martina en este deporte. De los mayores no hay comentarios. Disfrutaron recordando tiempos pasados en  los que demostraron ciertas habilidades futbolísticas.

    Las comidas, punto clave de convivencia,  se desarrollaron  con absoluta normalidad, gracias a la especial peruanita, Rosa y a la estrecha colaboración de las mujeres de la casa, sin olvidar, en este apartado, a nuestro particular cortador de jamón.

    La dormida nos planteó algún problema, resuelto con  eficacia por los componentes del grupo. Nos faltaba suelo a pesar de contar con sobradas camas. El dormitorio de los patriarcas fue respetado; en la habitación de las literas durmieron los 5 niños mayores; en el salón se abrieron los dos sofás cama para dos matrimonios y Ángel, Esther y su peque se acomodaron en la casa  vecina de Teo y Auxi, de viaje por los Pirineos aragoneses.

     No tendríamos puntos para pagar el trabajo realizado por nuestra particular y muy querida peruanita, Rosa. Le sobrarían puntos para montarse en todos los cacharritos de las más grandes ferias. No sé de  dónde saca fuerzas para desarrollar tanto trabajo; cada día me sorprende más con su capacidad organizativa, con su preocupación por todo y por todos, con su espíritu de sacrificio,  con su habilidad para ocultar sus mosqueos que, en algunas ocasiones y en privado, se vuelven contra este modesto escribano.



     Las despedidas a casi nadie les hacen gracias. Pero son consecuencias ineludibles del punto y final de los esperados encuentros.  Los primeros que nos abandonaron fueron Diego y Silvia con su prole. Le siguieron Clemen y Estela también con sus vástagos. El apartamento empezó a echar de menos las agresiones sonoras, las correrías y las santas aglomeraciones. Al día siguiente, completaron la incruenta huida, Ángel, Esther y su  (nuestro) pequeño Ángel. ¡Al fin solos! ¡Los echaremos de menos!


      

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