Viernes,
20 de julio de 2018.
A
308 días...
LA PAZ DURA POCO.
(ES BROMA)
Llegaron sin hacer ruido.
No había transcurrido una semana desde que
las huestes visueñas abandonaron el pequeño, pero muy acogedor, apartamento
ballenero. Los días siguientes a la marcha de la numerosa soldadesca
“Calabuigenera”, pecamos de sordera, Rosa y yo, solos en casa, producíamos
pocos ruidos. Nos molestaba la paz reinante. Nos sobraba tiempo para todo;
sobretodo, para no hacer casi nada. Aunque Rosa, como de costumbre, no renunció
a su vicio de limpiar el pequeño recinto.
Los primeros en llegar fueron Ángel,
Esther y Ángel, cambiante criatura por día, “riseñor” permanente. Hicieron los
cambios apetecidos y se acomodaron, como siempre, con el beneplácito de los
“dueños”. Seguían cumpliendo con
fidelidad ciega las normas dictadas por las necesidades del pequeño
Ángel y, de rebote, transmitidas a todos los habitantes del inmueble. Bajar el
volumen del televisor, siseo de recomendados silencios, atención permanente y
primaria al pequeño en todos y cada uno de sus apremios, fueron preceptos obligados de cumplir si rechistar.
Algo más tarde llegó la segunda expedición
compuesta por Clemente, Estela, Martina y Clemen. Después de un viaje en coche,
los pequeños llegaron con ganas de refrescarse en la piscina de la comunidad.
Deseo cumplido. Acomodo con el consiguiente desplazamiento de los abueletes al sofá cama del salón, mal menor,
por la calidad del citado sofá.
Los “papis”, sin tiempo para más,
“huyeron” a la cercana Sanlúcar de
Barrameda para reunirse con su grupo de amigos y pasar una noche de
“desenfreno” y de libertad total. Nosotros a cumplir con nuestro papel de abuelos
complacientes. Cena, paseo, teatro de títeres, cacharritos (Motos) y regreso a
casa.
Mañana será otro día y la paz volverá a
reinar, y felices y contentos pasaremos unos días veraniegos inolvidables, con
suficiente gancho para ser inscritos en el libro de los mejores recuerdos
familiares.
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