CAMILLAS DE OTROS
TIEMPOS
Añoro con pena grande
camillas
de horas lejanas,
aulas
de tiempos ilustres,
dueñas
de las madrugadas,
victorias,
sin paliativos,
de
la bendita palabra,
catálogo
primoroso
de
las grandes cabezadas
y
la suma exaltación
de
la convivencia humana.
De madera era tu cuerpo,
vestido
de gruesa pana,
para
los pies, la tarima,
y
de negro cisco, tu alma,
bendecido
cada noche
con
una dulce fumata,
aromada
de alhucema,
¡Ay
Dios, que bonita estampa!
El verbo era querido,
las
prisas, siempre sobraban,
las
lecciones y el recreo
las
mismas sendas cruzaban
y
un polvo de picardía
sobre
sus mantos volaba,
dibujando
en las caritas,
sonrisas
y carcajadas,
que
a nadie hacían daño
por
muy lejos que llegaran.
Eras el cajón de sastre,
donde
todo se guardaba,
lo
solemne, lo grandioso
las
más grandes chiquilladas,
la
verdad, la fantasía,
los
cuentos de Maricastaña
e
infinidad de capítulos
de
una historia inacabada.
Muchos amores prendieron
en
el calor de tus brasas
y
tiempo le faltó al tiempo
con
la gente enamorada,
que
aprendieron a quererse
en
el ruedo de tu plaza.
Camilla de nuevos días,
¿Por
dónde andará tu hermana,
aquella
que, en luengas noches,
era
señora buscada,
doncella
de la sencillez,
la
más cortejada dama,
refugio
de pecadores,
tutora
de la palabra
y
la suma exaltación
de
la convivencia humana?
¡Vuelve pronto, nunca es tarde,
y
alegra las madrugadas!
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