sábado, 21 de diciembre de 2013

Romance de mis guitarras

        GUITARRAS

     Guitarra de mi niñez,
joya de época añorada,
fuiste acorde sencillo,
punteo de albas baladas,
fuiste juego, pasatiempo,
bien querida y maltratada.
Fuiste compañera amiga,
niña comprensiva, guapa,
perdonaste mis caricias
cuando torpe, te abrazaba,
cuando, con mis lerdos dedos,
tus notas desafinaba.
Viviste en los extremos,
en dos orillas lejanas;
con locura te quería,
al rato, te abandonaba;
eras el centro del mundo,
al momento, no eras nada.
Tuviste para conmigo
la transparencia del agua,
la tolerante actitud,
que tienen las cosas gratas.

     En la carrera del tiempo,
cumplimos leyes sagradas;
el niño, ya se marchó,
un joven ocupó su cama,
mientras tú, guitarra mía,
seguías en tu misma casa,
con tu prima y tu bordón,
y las vuestras cuatro hermanas,
con un bello clavijero,
un puente de tenaz haya,
y un negro ombligo redondo
en tu gran sonora caja.
Sin embargo, era tu piel,
algo más vieja y gastada.
     
     El joven, como reliquia,
guardó primera guitarra,
entre los mil y un tesoro,
que en un trastero se guardan,
para perpetuar los recuerdos
de estas edades doradas.

     Guitarra de juventud,
aires de auténtica dama,
fuiste tú,  joven doncella,
fuiste tú, niña mimada,
recorriste mil caminos,
visitaste miles salas,
tocaste, a la luz del día
y en las negras madrugadas,
fuiste alegría en la tuna,
notas graves, en la rondalla.
Y si aquello fuera poco,
vivimos grandes hazañas:
tocaste para un rey moro,
rondaste a cien bellas damas;
fuiste dúo y después, trío,
con otras buenas guitarras,
te asomaste a rica radio
que en aquel tiempo, reinaba,
y de tus cuerdas nacieron,
canciones, bellas baladas,
perdidas en el recuerdo,
y que hoy, como tú, descansan,
duermen cenizas de ausencia,
entre polvo y telarañas,
criados por el olvido,
en lo más hondo de mi alma.  

     Guitarra de madurez,
perdida en la distancia,
mis respetos hacia ti,
levantan gruesas murallas,
difíciles de salvar,
con estas manos cansadas.
Serviste para rescatar,
entre furtivas miradas,
recuerdos que por el limbo,
olvidados,  paseaban.
La culpa de tu silencio,
de mi luenga retirada,
la tiene, desde hace tiempo,
la guitarra más humana
que escucharon mis oídos
en mis muchas madrugadas,
que, un tal Paco de Lucía,
con caricias de alma sabia,    
                              elevó a los caros cielos,
a las más altas estancias,
y colocó en los altares,
con manos de recia plata,
los sueños que santifican
los sones de la guitarra.
Y grave pecados es,
rozar sus cuerdas sagradas,
con el burdo atrevimiento,
de una ignorancia malsana.

     Guitarra de mi niñez,
bien querida y maltratada,
guitarra de juventud,
con tristeza, abandonada,
guitarra de madurez,
de mi vivir, alejada,
fuisteis venerables musas,
de estas horas encantadas;
fuisteis los sueños posibles,
rescatados de la nada,
que, en estos breves instantes,
han reconfortado mi alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario