ROMANCE
BREVE DE LA LUNA POR LA TABLÁ
Ya va subiendo la luna
de
la Vega a la Tablá,
luce
como una chiquilla
arreglada
y bien plantá.
Mírala
como presume,
encima
del olivar,
con
su carita tan blanca
como
la flor de azahar.
En
la alberca de la Muela
riela
llevando el compás,
con
el canto de las aguas
que
por las acequias van.
Venus,
galán de la noche,
luminaria
de cristal,
le
quiere tirar los tejos
a
la luna resalá
y
un ruiseñor del Alcor,
despierto
en la madrugá,
ensaya
precioso canto
para
su luna de sal.
En la otra esquina del pueblo,
muy
cerca de la Luná,
dos
ojos miran la luna,
no
se cansan de mirar
su
cutis de porcelana,
su
cara de nívea cal,
prendados
están de su alma,
como
el cielo, de la mar.
Ya
va bajando la luna,
con
cansino caminar,
buscando
un sereno lecho,
donde
poder descansar.
Venus,
desde su atalaya,
dolido,
la ve marchar,
no
se resigna, no quiere
esperar
un día más,
para
ver a la lunita,
sobre
el olivar, pasar.
El
ruiseñor del Alcor,
inventa
nuevo cantar,
tiene,
las horas del día,
para
poder ensayar
la
canción que, a su lunita,
él
le quiere dedicar.
Los
ojos enamorados
que
moran en la Luná,
lágrimas
de honda tristeza
derraman
sobre el naranjal,
cuando
a la luna lunera
ya
no la pueden mirar.
La luna ya se marchó,
dejando
su mal atrás,
un
Venus desesperado,
cansado
de tanto esperar,
un
ruiseñor que ha olvidado
las
notas de su cantar
y
unos ojos traicionados,
ciegos,
en su eternidad.
Mañana,
al volver la noche,
no
sé, luna, si vendrás,
piensa
que un viejo planeta,
un
ruiseñor muy legal
y
un par de brillantes ojos,
esperan verte llegar,
y
después, ver como subes,
como
subes la Tablá.
No
seas malaje, luna,
que
poco te ha de costar,
el
darte una vueltecita
por
este viejo orillar.
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