¡LÁGRIMAS!
Mis penas bien las conozco,
a
contármelas no vengas,
que
cuando ellas nacieron,
tú,
no existías siquiera,
eras
un trozo de nada
envuelto
en falsa quimera.
No llores conmigo, niña,
por
éstas, mis grandes penas,
que
tus lágrimas parecen
aguas
de locas tormentas,
que
caen con mucho ruido
y
sus perjuicios, silencian.
Déjame solo, mujer
con
mis lágrimas sinceras,
lágrimas
que de mis ojos
brotarán
como agua fresca,
de
una fuente cantarina
que
han levantado mis penas.
¡Adiós lágrimas benditas,
nacidas
de buena cepa,
crecidas
junto al amor,
medicina
de mis penas!
¡Adiós
lágrimas vertidas
como
lluvia limpia y fresca,
para
lavar y calmar
éstas,
mis grandes penas!
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