A José Ángel, dándole ánimos en los momentos difíciles que vive.
A CUQUI
La musa me ha sonreído
al
filo de la mañana,
al
ver prendido en mis ojos
recuerdos
de dulce hermana,
tejidos
en la memoria
con
hilos de seda pálida,
hilados
con los acordes
de
una gran rueca dorada.
La musa, tras de la sombra,
en
silencio me acompaña,
mirando
como desgrano,
entre
suspiros y lágrimas,
las
espigas del recuerdo
de
aquella querida hermana
que,
estrenando juventud,
peregrinó,
con la parca,
hacia
un ignoto lugar
hecho
de todo y de nada.
Quiere la musa enseñarme
versos
de marfil y plata,
para
lanzarlos al aire
como
ínclita serenata,
para
ayudarme a encontrar
las
más hermosas palabras,
sin
darse cuenta, la pobre,
que
para las grandes damas,
los
versos han de nacer
en
lo más hondo del alma,
aunque
sean de ocre tierra
o
de pura arcilla blanda.
Y la musa sorprendida,
huyó,
sin entender nada,
dejándome
con los recuerdos
de
aquella especial hermana,
a
la que quise recordar,
en
estas frágiles páginas,
con
unos sencillos versos
tejidos
esta mañana.
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