CASTEJÓN DE HENARES (GUADALAJARA)
Dime, pueblo de la Alcarria,
señor
de aromas de espliego,
sí
las piedras de tus muros
y
las tejas de tus techos
han
sabido soportar
el
fiero envite del tiempo,
miserable
destructor
de
muchos pequeños pueblos.
Dime tú, pueblo alcarreño,
distante
en espacio y tiempo,
sí
aún conservas la frescura
del
agua de tus veneros,
cantoras
y cristalinas
musas
de tu estar sereno.
Dime, predio recordado,
honra
de almelado pueblo,
sí
tus terrizas callejas
decoran
sus toscos cuerpos
con
la paja de las eras,
con
hilos de verde espliego
o
con redondas moñigas
de
tus cabras y carneros.
Dime tú, añorado pueblo,
aula
de joven maestro,
sí
con orgullo conservas,
impar
pétreo recuerdo,
la
Casa del Señor Cid,
pobre
estancia en su destierro.
Dime, Castejón de Henares,
carnaza
del cruel progreso,
sí
te quedan voz y fuerza
para
mantenerte inhiesto,
sí
tus latidos de piedra
son
felices argumentos
para
nunca renunciar
a
tu alba esencia de pueblo.
Dime pronto, amado pueblo,
si
mis pasos se perdieron,
al
borrarse en ti, las huellas
que
delineé sincero
sobre
unas frágiles almas
y
corazones bien tiernos,
para
buscarte rendido,
antes
del fin de mi tiempo,
para,
de nuevo, pisar
tus
caminos y senderos
y
grabar mis nuevas huellas,
de
apesadumbrado viejo,
sobre
tu terrenal piel,
sobre
tus hondos recuerdos.
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