SALIR, PARA NADA
Salía
cada mañana
a
buscar un jardín nuevo,
cansado
de soportar
los
rítmicos desencuentros
que
entre tu vida y la mía,
como
flores, van creciendo.
Volvía al atardecer
lleno
de amargos silencios,
con
el cansancio en el rostro,
en
el alma, sordos miedos,
que,
entre suspiros, servían
para
avivar mis tormentos.
Salía al anochecer,
a
buscar festivo huerto,
aburrido
de morar
estancia
de aromas muertos,
donde
el vacío se palpa
y
el amor es algo huero.
Volvía de madrugada
quebrado,
roto de cuerpo,
con
la pena dibujada
en
un corazón desecho,
que,
entre latidos, buscaba
alivio
a mi desconsuelo.
Entre salidas y vueltas,
se
fue agotando mi tiempo,
mis
jardines se secaron,
se
marchitaron mis huertos.
Ahora
sólo me quedan:
angustias,
resentimientos,
cien
granadas soledades,
tormentos
y desconsuelos
y,
en lo más hondo del alma,
un
insondable agujero,
por
donde. a mí, se me escapan,
mis
esperanzas, mis sueños,
mis
amores, mis amigos,
la
vida, que tanto quiero.
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