CELOS
Ni los quiero, ni los busco,
y en sus redes, yo me
enredo.
¡Ay, pobre corazón mío,
que sin querer ser su
dueño,
los celos, malayos sean,
me están matando por dentro!
Ayer, mientras te miraba,
me traicionaron los
celos,
cuando un rayito de sol,
dardo mezquino y
certero,
encendió, mujer, tu
boca,
rozando tus labios
frescos.
Y aquellas dos
luminarias,
imanes de mis deseos,
despertaron en mi
espíritu,
ráfagas de envidia y
miedo
y una sombra de dolor,
cegó mis ojos
despiertos.
¡Maldito sea aquel rayo!
¡Maldito sean los celos!
Hoy, mientras te acariciaba,
me traicionaron los
celos,
cuando la brisa marina,
hija de un sumiso
viento,
alborotó tu melena,
hizo volar tus cabellos,
que, como altivas
gaviotas,
se apartaron de mis
dedos,
trocando mis caros
tactos,
en ingratos
desconsuelos,
¡Maldita sea la brisa!
¡Maldito sean los celos!
Mañana, mientras te sueñe,
me traicionarán los
celos,
cuando los flacos segundos,
migajas de breve tiempo,
tomen ropas de largueza,
se vistan de rato
eterno.
Y mil dudas, sin
sentidos,
críen en mis
pensamientos
gruesas infidelidades,
dolos y duelos
quiméricos.
¡Maldita sea la espera!
¡Maldito sean los celos!
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