martes, 5 de febrero de 2013

Versos para Blanca de su abuela Flora


LA MALDICIÓN DEL VERDE RANO

     A la verita
del viejo banco
de hierro fundido
que hay en mi patio,
me topé ayer,
con un gran rano,
vestido verde,
dedos descalzos,
mirar perdido,
desorientado,
como loco iba,
horripilado.

     Pensé tomarlo,
entre mis manos,
para preguntarle
al bello rano,
sobre las causas
de su quebranto.

     Cuando lo cogí,
siguió croando,
me miró fijo,
como dudando.

     Contar sus penas,
penas de rano,
penitas verdes,
a un ser extraño,
suena imposible,
no hay que pensarlo.

     Las arruguitas
de mis dos manos,
la luz clara de
mis ojos claros,
la tibia voz de
mis secos labios,
han animado,
al pobre rano,
a confesarme
su mal extraño.

     “Hace ya tiempo,
los gusarapos,
pequeñas gotas,
pequeños trazos
de bellas ranas,
de hermosos ranos,
felices todos,
en un gran charco
de agüita clara,
todos jugábamos.

     Un día gris,
feo, nublado,
volando vino
un pajarraco,
pinta de brujo,
pico afilado,
con mala saña,
quiso matarnos,
quiso comernos,
quiso tragarnos,
pero los padres,
ranas y ranos,
no lo dejaron,
nos defendieron
como jabatos.
Y el negro pájaro,
brujo malvado,
se enfadó mucho, 
malhumorado,
gran maldición
lanzó en el charco,
donde jugábamos
los gusarapos:
                              “Llegado el tiempo,
gusarapitos,
de este gran charco,
ninguno de vos
seréis gran rano,
moriréis todos,
envenenados,
cuando la Luna
de azogue y nardo,
desaparezca,
tras negro manto
y no se mire
en vuestro charco”.

     Llegó la noche,
dicen los sabios.
La Luna, Luna,
tiene un gran manto,
se va escondiendo,
muerta de espanto,
maldición trae
en su refajo.

     Llegó la noche,
dicen los sabios,
de pena rana,
de pena y llanto,
la noche oscura
del pajarraco,
y tengo miedo
amigo humano.

     Era yo, entonces,
un gusarapo,
hoy, quiero ser
un grande rano,
y no morir
envenenado,
como nos maldijo
el pajarraco.

     Oí con pena el
lamento rano,
sudaba aromas
de miedo blanco,
de escarcha fría,
de campo santo.
Miré sus ojos,
verdoso claro,
con verdes lágrimas
en verde llanto.
Cogí unas pocas
con gran cuidado y
con un suspiro
grande, sonado,
las lance al aire,
a los espacios.
¡Para ti, Luna,
como regalo,
lúcela ya,
Luna de nardo,
quítate pronto,
el negro manto,
que así lo quiere
el gusarapo,
dueño doloso
del verde llanto,
de esas lagrimitas
que estás mirando,
perlitas verdes
de enamorados!

     La Luna blanca
de azogue y nardo,
sintió penita
del pobre rano,
abrió sus luces,
tiró su manto y,
brilló en la noche,
con blancos rayos,
con luz del alba.
¡Qué gran milagro,
de unas lagrimitas
de un joven rano!
Que ahora corre
a grandes saltos.

     Las maldiciones
del pajarraco,
ya se han perdido
en roto saco,
nadie se acuerda
del negro pájaro,
ni existe miedo
en el gran charco
de agüita clara
que, junto al banco
de hiero fundido,
hay en mi patio.

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