¿QUIÉN, LOS CAMINOS,
CAMBIÓ?
Caminé,
cuando fui niño,
por
extensas avenidas,
desgastando
pies y suelas
en
mil idas y venidas.
Los
caminos eran amplios,
pasajes
llenos de vida,
donde
el joven caminante
temperaba
sus heridas.
Los
diseños de las rutas
difusas
e indefinidas,
lo
marcaban los vaivenes
de
la moda establecida.
El
firme de las arterias
era
de piel derretida,
tributo
de los viandantes,
asfaltos
en capas finas.
Hoy, con cansino marchar,
voy
por flacas avenidas,
busco
obstáculos pequeños
para
detener mi huida,
imparable
testamento
de
la gente malherida,
incapaz
de marcha atrás,
cumpliendo
su ley de vida.
Se
va cerrando el camino,
se
van quebrando las vías,
se
angostan las viejas sendas,
las
calles, son de mentira,
y
yo, inseguro viandante,
ya
transito a la deriva,
como
perdido bajel
sobre
las aguas bravías.
¿Quién, los caminos, cambió?
¡Qué
poco al hombre quería!
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