MAR
La mar me miro sonriente
y
yo le tiré los tejos,
por
ver si correspondía,
a
éste, mi amor secreto,
que
una tarde despertó,
en
mis silentes adentros,
como
suave torbellino,
como
atolondrado sueño,
como
salada caricia,
como
generoso viento,
hiriéndome
los sentidos,
mi
alma y mi frágil cuerpo,
despertando
mil temores,
sospechas,
dudas, recelos,
avivando
la alegría,
que
generan gratos versos.
Y a la mar, yo cortejé,
con
piropos y requiebros,
con
palabritas muy dulces,
con
miles de nuevos versos,
olvidando
mis quehaceres
olvidándome
del tiempo
y
de todos los amores,
que
moran bajo mi techo,
porque
el amor a la mar
ha
de ser amor eterno,
como
el amor que inventó
el
Dios que vive en el cielo.
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