jueves, 22 de marzo de 2012

Romance (Continuación)

Título semiborrado
sobre una pasta de cuero
raída por el abandono
del que antes fuera su dueño.
Unas letras salteadas,
piezas de acertijo nuevo,
impresas sobre su cara
llena de lunares negros.
Como pude fui limpiando
el exterior de su cuerpo
que, a pesar del deterioro,
conservaba algo de apresto.
Parte de su suciedad
se borró sin gran esfuerzo;
otra, algo más reticente,
se mantuvo resistiendo,
con estoico conformismo,
a los productos modernos
usados en la limpieza
de cualquier manchado objeto.
Con exquisito cuidado
pasé a limpiar sus adentros.
Despegué hoja por hoja,
de leer no era el momento,
fui limpiando una por una
con aires de flojo viento
que, un buen secador de mano.
me dejó en aquel momento.

Más tarde comprobaría
que el libro estaba incompleto.
Muchas de sus tiernas hojas
mutilaciones sufrieron,
robándole a los poemas
sentidos y amados versos;
otras, desafortunadas,
en el tiempo se perdieron,
arrastrando a los olvidos
muchos poemas enteros.
Culminada la faena
de necesitado aseo,
inicie grata tarea,
la de, al fin, poder leerlo.
En complacida lectura,
con pasos bastante lentos,
fui recorriendo poemas,
su verbo, fui conociendo
y, en provocados descanso,
fui rumiando algunos versos
que encandiláronme el alma,
elevándola a los cielos.
Entré sin pausa y sin prisas
en aquel santuario nuevo,
recinto de bellas voces
conjuntadas con acierto
en corro de albos poemas
que juegan a juegos bellos.
Bebí el zumo de sus hojas,
libé el néctar de sus sueños,
olvidando quehaceres
y el loco correr del tiempo.
Lleno de torpe impaciencia
quise conocer al dueño,
a aquel ínclito poeta,
a aquel insigne maestro,
autor de aquellos poemas,
sitos en un libro viejo
hallado entre los despojos
de un pequeño basurero.
Y repasé una por una
las hojas de aquel libreto
sin encontrar pista alguna
del autor de aquellos versos,
que impactaron en mi mente
con la impronta de algo bueno,
de un algo que no se olvida
al gastar preciado tiempo.

Hoy, entre mis pocos tesoros,
figura aquel libro viejo,
más añoso y más gastado
de tantas veces leerlo,
guardando entre sus arcanos
su más preciado secreto,
nombre del ínclito autor
de aquellos hermosos versos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario