ROMANCE DE UN FELIZ HALLAZGO
Hace unas pocas mañanas
en unos de mis paseos,
me sentí, sin darme cuenta,
enrabietado y molesto,
y en silencio me quejaba
del craso incivismo nuestro,
al convertir las cunetas
y algunos viejos senderos
en lugares apestados,
en pequeños basureros.
Continué mi caminar
perdido en mis pensamientos,
volví a la realidad
por un libro bien modesto,
era un libro abandonado,
que encontré en uno de éstos,
roto, mutilado, sucio,
destrozado, casi muerto.
Con extremado cuidado
hice pinza con dos dedos
y del suelo lo tomé
olvidándome del resto.
Mi desocupada mano
dio varios golpes certeros
en las pastas y en el lomo
para despegar los restos
de minúsculas partículas
adheridas a su cuerpo.
Una bolsita de plástico
que guardaba, sin saberlo,
sirvió de primer refugio
en aquel periplo incierto.
En provisional recinto
y aliviado su olor fiero,
hizo conmigo el camino
del obligado regreso
hacia mi querido hogar,
donde, a la par, vivo y muero.
La reparadora ducha,
bálsamo en cansado cuerpo,
me separó de aquel libro,
hallado en el basurero,
durante un breve periodo
de los relojes del tiempo.
Los poros de la bolsita
o algún oculto agujero
dejaron que se escaparan
efluvios de estercolero,
crecidos en rededor
de aquel vetusto perchero
situado frente a la puerta,
junto al nuevo paragüero.
Tomé del perchero, el libro,
con demasiado respeto,
no fuera a ser que al sacarlo,
no fuera a ser que al cogerlo,
sus hojas se marchitaran,
se quebrara entre mis dedos,
como se quiebra lo cálido
cuando le da el aire fresco.
(Continuará)
miércoles, 21 de marzo de 2012
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