ROMANCE DE UN FELIZ HALLAZGO
Hace unas pocas mañanas
en unos de mis paseos,
me sentí, sin darme cuenta,
enrabietado y molesto,
y en silencio me quejaba
del craso incivismo nuestro,
al convertir las cunetas
y algunos viejos senderos
en lugares apestados,
en pequeños basureros.
Continué mi caminar
perdido en mis pensamientos,
volví a la realidad
por un libro bien modesto,
era un libro abandonado,
que encontré en uno de éstos,
roto, mutilado, sucio,
destrozado, casi muerto.
Con extremado cuidado
hice pinza con dos dedos
y del suelo lo tomé
olvidándome del resto.
Mi desocupada mano
dio varios golpes certeros
en las pastas y en el lomo
para despegar los restos
de minúsculas partículas
adheridas a su cuerpo.
Una bolsita de plástico
que guardaba, sin saberlo,
sirvió de primer refugio
en aquel periplo incierto.
En provisional recinto
y aliviado su olor fiero,
hizo conmigo el camino
del obligado regreso
hacia mi querido hogar,
donde, a la par, vivo y muero.
La reparadora ducha,
bálsamo en cansado cuerpo,
me separó de aquel libro,
hallado en el basurero,
durante un breve periodo
de los relojes del tiempo.
Los poros de la bolsita
o algún oculto agujero
dejaron que se escaparan
efluvios de estercolero,
crecidos en rededor
de aquel vetusto perchero
situado frente a la puerta,
junto al nuevo paragüero.
Tomé del perchero, el libro,
con demasiado respeto,
no fuera a ser que al sacarlo,
no fuera a ser que al cogerlo,
sus hojas se marchitaran,
se quebrara entre mis dedos,
como se quiebra lo cálido
cuando le da el aire fresco.
(Continuará)
Hablemos de teatro: Vudú (3318) Blixen
Hace 3 semanas
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