martes, 15 de noviembre de 2011

Versos comprometidos

Hoy, como ya va siendo habitual, nos levantamos con una cercana, cotidiana y dura realidad; la que están padeciendo los desempleados, los pobres de siempre, los sin techo, los marginados, los que se ven obligados a emigrar, los pequeños empresarios y, sobre todo, aquellos que, por necesidad y para sobrevivir, se ven obligados a recurrir a la mendicidad, a los comedores sociales, a la injusta dependencia de los demás. Ejército cada vez más numeroso en este país nuestro que, al mismo tiempo, derrocha, dilapida, malgasta, despilfarra, malversa, etc. lo propio y lo ajeno.

Y lo anterior solo puede germinar, en el compromiso de la palabra herida, la obligación de la denuncia, el amargor de la impotencia y la utópica protesta, encerrados todos en el este recién nacido “Romancero comprometido”, cuya extensión o precariedad, acierto y continuidad vendrán determinados por el estado de ánimo de sus “escribanos”, por los aconteceres y por el interés de los lectores y visitantes de este modesto rincón.

Nos gustaría realizar esta “travesía” acompañados de comentarios, apostillas, acuerdos, desacuerdos, opiniones, acotaciones, etc. Con ello, el “viaje” será más entretenido, más efectivo y provechoso para todos.


ROMANCERO COMPROMETIDO

I. ¿QUÉ PODEMOS HACER?

¿Y qué podemos hacer,
para acallar malos vientos,
para alejar de nosotros,
tanto torvo sufrimiento,
para romper las cadenas
que nos atan al silencio,
al extremo conformismo,
al pasotismo, sin freno?

¿Y qué podemos hacer,
para cambiar estos tiempos,
para calmar bravas aguas,
para traer aires nuevos,
para abrir nuevos caminos,
de ilusionados proyectos,
y borrar de nuestro lado,
tanto humano basurero?

¿Y qué podemos hacer,
para salir de este infierno?

Darle luz a la palabra,
brillo, al firme pensamiento,
despertar mudas conciencias,
navegar contra los vientos,
renegar del fanatismo,
aplaudir al hombre honesto,
desechar los oropeles,
compartir con el hambriento,
desayunar, cada día,
pan de píos sentimientos,
investirse de coraje,
rechazar al opulento,
enrolarse en las huestes
del compromiso señero,
donde militan los hombres
que aman hermanos y pueblos.

Y aunque poco consigamos,
con estos pocos de versos,
siempre queda la esperanza,
de otros contagiados nuevos,
que anuncien sana pandemia,
por estos suburbios nuestros.

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