lunes, 2 de mayo de 2011

Reflexión marginal

AYER LLORÉ

Sin pudor, sin vergüenza de ninguna clase, reconozco que, ayer, lloré como hacía tiempo no lo hacía.
Mis lágrimas no eran producto de la perdurable, permanente y agobiante crisis que nos tiene acobardados y acongojados; ni el drama de los cinco millones de parados; ni la atípica y vergonzante celebración sindical del primero de mayo; ni el tener, sin habérmelo imaginado nunca, a dos hijos en la emigración; ni las guerras; ni los atentados terroristas; ni las incomprendidas actuaciones judiciales; ni los “eres”, ni la corrupción política; ni la beatificación de un Papa. Mis lágrimas fueron producidas por la MÚSICA, por la buena MÚSICA en vivo y en directo.
Maldigo a los que pensaron alguna vez que, la llamada música clásica, era don y patrimonio de una élite, de una clase elevada, birlándonos la oportunidad de disfrutar de ella y bendigo a los que, hoy, nos hicieron el regalo de gozar de y con ella. La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, bajo la sabia dirección de Pedro Halffter, fue la culpable de mi llanto y del llanto de Sevilla, en forma de fina lluvia.
Las Oberturas de las bodas de Fígaro de Mozart, de El barbero de Sevilla de Rossini, una selección de Carmen de Bizet, la danza del fuego de El amor brujo, la danza de La vida breve y la danza de El sobrero de tres picos de Falla, cuatro escogidos pasodobles, unas sevillanas populares y unos escogidos “cominos”, regalos de la orquesta y de su joven director, compusieron el emotivo, espectacular y digestivo menú musical sevillano que, en bendita hora, me hizo derramar, sin pudor y sin vergüenza de ninguna clase, lágrimas de disfrute y de sincero gozo.
¡Gracias AUXI!

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