martes, 15 de marzo de 2011

Versos a Melilla

Maleta en ristre y deseosos de pisar tierra añorada, se nos escaparon unos pocos de versos, a ella dedicados, que, con complacencia, recitamos a nuestros pequeños nietos para que vayan aprendiendo a saborear los aromas salinos de nuestra

MELILLA

Una olita marinera,
marinera de la mar,
escuchaba atentamente,
sin querer pestañear,
las cositas que contaba,
la ola de azul cristal,
soñadora, aventurera,
enamorada del mar.

Una tarde soleada,
en una bella ciudad,
se quebró la bella ola,
junto a su limpio orillar,
se rompió contra la arena,
en cachitos de cristal,
cristalitos muy brillantes
granos de plata solar,
que se fueron esparciendo,
¡fenómeno celestial!
sobre la playa y paseos,
sobre el alto palmeral,
sobre las casas, las calles,
sobre la piedra y la cal,
sobre recintos antiguos,
de un invicto murallar,
sobre un viejo cargadero
de pirita mineral,
sobre un río siempre seco,
sobre un monte de verdad,
sobre la tierra y el cielo
de aquella ignota ciudad,
regalándole su esencia,
los aromas de la mar,
una belleza exultante,
brillos de áureo metal,
encanto de soñada urbe,
y magia para encantar,
a todos los navegantes,
que la quieran visitar.

Han pasado muchos años,
de aquel encuentro casual,
quizás se hayan perdido,
u olvidado, en el allá,
las leyendas de los mares
y de la hermosa ciudad,
de la olita marinera,
que, sin parpadear,
escuchaba atentamente,
a la ola de cristal,
como si lo oído fuera,
la más hermosa verdad.

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