domingo, 5 de diciembre de 2010

Romancero íntimo

Por su extensión, decidimos publicar en dos partes, este segundo romance del "Romancero íntimo"

2. ROMANCE DE UNA MAR Y DOS VELEROS

Sobre un celestial papel,
dibujé, con gran esmero,
una mar alborotada
y dos frágiles veleros.
Uno, con velitas blancas,
como la nieve de enero,
otro, con velamen ocre,
como la tierra de albero,
en uno pinté una joven,
bonita como un lucero,
en el otro, dibujé,
un curtido marinero.
Dos sencillos personajes,
robados de un bello cuento
y una mar, salina estepa,
celeste como los cielos.

Hasta aquí, todo es normal,
ahora viene lo bueno,
yo no sé de que manera,
ni si fue, todo, un mal sueño,
una locura senil
o un mágico encantamiento.

El dibujo tomo vida,
claridad y movimiento,
gratos sonidos marinos,
voces, susurros de vientos,
aromas de orilla y mar,
así, mis ojos, lo vieron,
y que nadie contradiga,
aquello que estoy diciendo,
que los versos nunca mienten,
el poeta, mucho menos,
y goza de libertad
para crear mundos nuevos.

El velero de la joven,
por causa de un calmo viento,
navega sobre la mar
despacio, pausado, lento,
viaja a ninguna parte,
busca descanso y sosiego.
Mientras, a unas pocas millas,
navega el otro velero,
con temple, patroneado,
por el joven marinero,
que maldice aquellas horas
de calma chicha del viento,
viaja para encontrar,
el necesario sustento,
y tiene prisas y ansias
de alcanzar el mar adentro,
donde encontrar ricos peces,
su más sagrado alimento

La mar, dueña del placer
y del humano sustento,
piensa, tantea, sopesa,
cual de aquellos dos veleros,
necesita, con premura,
ráfagas de brioso viento,
el de la joven sirena,
el del pobre marinero.
La mar, bizarra señora,
no le gusta perder tiempo
y, poco a poco, levanta
un airecillo travieso
que, en unos pocos segundos,
se torna bravío y fiero,
llenando de altas olas
el celeste pavimento,
de espuma y de agua salada
y de brillantes reflejos.

Los veleros sorprendidos,
al igual que sus dos dueños,
ven como sus velamen
se cargan de ciego viento,
se llenan, a reventar,
despertando claros miedos,
navegan sobre las olas
como pavesas de fuego,
como frágiles papeles,
como suspiros y sueños,
como motas de algodón,
que buscan final incierto.

(continuará)

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