viernes, 22 de octubre de 2010

Versos libres

UN VIRUS, LIBERTADOR DE LA PALABRA, EN LA POESÍA

Corría con velocidad de guepardo
el anodino sombrero de tu sombra,
sombreado con la blancura de tu negra cal
y un estallido de silencios,
escupió sus tiernas raíces
en el alborotado ombligo de la Luna.
Luna de esparto rojo,
manchada insidiosamente por un quién sabe
teutónico e irreconciliable enemigo
de la ligera bufonada,
portal del campo, con cruz inclusera,
servidora milenaria de locuras y estupideces,
hermana menor de clónicos simios,
adiestrados en escurridizos imanes
de unos quebradizos espejos.
Espejos asustados,
contadores de meses ajenos
y de abducidas zapatillas de andar por casa,
sobre alfombras de brasas
y suspiros malolientes,
arcaicos sudores del momificado amor.
Amor inexistente que sabe a nada,
a encerada acera,
donde los vientos comen restos de colillas,
pasajeras de caóticos viajes
al mar de cubicados girasoles.
Girasoles que sueñan
con la pleamar y la bajamar de los euros,
con el mudo canto de las mariposas,
desconocidas beldades
de la finita eternidad.
Eternidad que, en caliente, rumia
vocablos locos de cuerdos poetas,
roñosos clientes de la rota esperanza,
de la ciega luz que invita a callar.

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