miércoles, 15 de septiembre de 2010

Romancero de los Alcores

CARTA CUARTA

DE UNA ROMERA A SANTA MARÍA DEL ALCOR

A la vuelta del camino,
triste la Ermita se queda,
los romeros rezan bajo,
llorosa, va la romera,
va derramando suspiros
y lágrimas, finas perlas,
que dejan en sus mejillas,
divinas resbaladeras,
regueros de salinas aguas,
gráciles húmedas huellas,
son hilos de sentimientos
regados con agua fresca,
que rebosan de los ojos,
vasitos de alba pureza,
cuando el bello Simpecado
a su morada regresa.

La romera, ya en su casa,
sigue rumiando su pena,
le quedan algunas lágrimas,
pan de su enorme tristeza,
¡Qué un año es hora muy larga,
cuando se anda a la espera,
de un nuevo y ansiado encuentro
con la Señora alcoreña,
del Alcor, Santa María,
Reina, Virgen, Alcaldesa,
Alcora, para los visueños,
títulos que muy bien lleva!

La romera se ha dormido,
descansa, por fin, serena.
Los sueños, ajenos a todo,
han entrado en su cabeza,
razonan y disparatan,
a cierto y mentira, juegan.
De entre todos ellos, uno,
con machacona insistencia,
desaloja a los demás,
sólo, en su soñar, se queda.
El sueño es invitación,
insistente cantinela,
a escribir hermosa carta,
misiva para una Estrella
que, antes de pasar un año,
truene, haga calor o llueva,
habrá de ser coronada
en una espléndida fiesta,
como Virgen del Alcor,
de los alcores, la Reina.

El día se ha levantado
con ostensible pereza,
la romera se levanta
diligente y, con presteza,
su mano va desgranando
carta de una fiel romera,
a su querida Patrona,
Flor de suma pureza,
del Alcor, Santa María,
de los romeros, su Estrella.

“Soñada querida Madre,
Refugio de mi pobre alma,
Santuario de mis penas,
Ermita de mis esperanzas,
un sueño, hijo de la noche,
cromo de la madrugada,
me instó, presta, a dirigirte
ésta, muy sincera carta,
nacida en cuna sencilla,
entre suspiros, criada,
suspiros de grande amor,
amor de alma enamorada.

No sé sí algo cambiará,
en ti, Madre idolatrada,
sí mejor serás, Alcora,
cuando seas coronada,
si tú, Virgen del Alcor,
corona necesitaras,
para ser Reina del Cielo,
Lucero de la mañana,
la mejor de las Romeras,
la Imagen más veneradas,
en este predio alcoreño
de gran devoción mariana.

No sé, ni quiero saber,
de fiestas y zarandajas,
vivir y morir, yo quiero,
mirando tu bella cara,
reflejándome en tus ojos
como el sol en la mar clara,
y dibujar mil estrellas,
amorosas luminarias,
reflejos de tu bondad,
en el orillar de mi alma
y estar siempre a tu verita,
y rozar tu piel de nácar,
extasiarme en tu regazo
en una eterna mañana,
besar a tu lindo Niño,
cantarle una hermosa nana,
y a ti, Virgen del Alcor,
hablarte por sevillanas,
callandito y muy quedo,
para no romper la magia
de unas populares coplas,
de una voz enamorada.

No sé, Pastora Divina,
Aurora de la mañana,
si los fastos de los hombres,
a tu corazón, agradan,
sí los grandes despilfarros,
en horas de crudas lágrimas
y consentidas miserias,
en vuestro sentir, encajan.
No sé, Reina del Alcor,
pronto, Virgen Coronada,
dónde El Viso, amado pueblo,
dirigirá sus miradas,
sí, hacia el fácil celebrar,
sí, hacia tu doliente cara,
reflejo de las tragedias,
que a diario, las mañanas
anuncian con recia voz,
con ligereza, proclaman,
sin que éste, nuestro mundo,
se mueva por evitarlas.

Perdónanos, Gran Señora,
perdónanos, Madre Santa,
romera del Alcor soy,
romera soy por la gracia
que un día me concediste
cuando tu cara miraba.
¡Bendita sean, mil veces,
la hora y la feliz mirada,
en que me hiciste romera,
tú, mi Alcora Coronada".

(12.7.2005)

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