domingo, 12 de septiembre de 2010

Romancero de los Alcores

CARTAS de, y a
SANTA MARÍA DE ALCOR

De la nada han nacido estos anónimos VERSOS que, agrupados en seis anónimas CARTAS, anónimas han de vivir, porque su autor así lo quiere.

Son CARTAS que, amando la libertad, no entienden de publicaciones, de libros, de editoriales, de gloria, de fama, ni de otras zarandajas literarias.

Buscadle, si os parece bien, un modesto rincón en vuestros corazones. Leedlas despacio y que, en este mundo de sobrados egocentrismos, su lectura os sirva para desprenderos del EGO, de las VANIDADES, del ENGREIMIENTO y de otros muchos cotidianos “adornos”, inservibles ropajes del estúpido género humano.

CARTA PRIMA

DE SANTA MARÍA DEL ALCOR A LOS VISUEÑOS

En mis cuerdos desvaríos,
buscando sonoros versos,
entre mis sueños, hallé,
carta, venida de cielo.
Reconocí yo, su origen,
por su sacro matasellos,
inmaculada paloma,
mensajera de altos vuelos,
colombina coronada,
áurea de albos destellos.
La misiva, en mis manos,
despertó tibios recelos,
temores de pecador
se agruparon en mi pecho.
La dicha y la desazón,
en mi corazón urdieron
latidos de ritmos locos,
en inaudito momento.
Mis temblores se hermanaron,
como la vida y los sueños,
y lágrimas de cristal
que, entre mis miedos nacieron,
cubrieron cansados ojos,
con unos salinos velos,
que me impedían leer
aquel bello parlamento.
Una letra firme y clara,
con trazos de amor eterno.
Un papel, leve soporte,
reciclado por los vientos,
blanco de pureza y cal,
con ribetes de azul cielo,
flotaba con levedad
sobre mis frágiles dedos.
Sequé mis húmedos ojos,
con la mente fui leyendo.
Cada palabra leída,
como las aguas, los fuegos,
como los aires, las nubes,
se expandía por los cielos
de éste, mi querido Alcor,
buscando oídos despiertos,
queriendo entrar en las almas
de los fieles alcoreños.

Altavoces de ecos dulces
lanzan a los cuatro vientos,
esencia de aquella carta,
encontrada entre mis sueños.

“Hoy, día para soñar,
con ojos y almas despiertos,
misiva de humilde Madre
dirijo yo a los visueños,
para que sepan, por siempre,
que en mi corazón los llevo,
que son granitos de sal
aquí, en los mares del cielo,
y, a la par, granos de azúcar,
que endulzan el firmamento,
premio de los bien nacidos
a orillas de un alcor viejo.
La gratitud heredada
del Hijo que llevé dentro,
sangre y carne de mi vientre,
de mi gran amor, su dueño,
me invita a manifestar
mi grande agradecimiento
a todos los moradores
de aqueste singular pueblo,
nacido sobre un alcor,
para estar cerca del cielo,
por haberme regalado,
entre canciones y rezos,
honor y bendita gloria
de ser, de todos, consuelo,
Patrona y Madre escogida,
Alcora, entre los visueños.

El vuelo breve de un año,
con impaciencia, yo espero,
para verme coronada,
Reina de los alcoreños.
Cuando las campanas canten
feliz acontecimiento,
las lágrimas derramadas,
los rezos de amor eterno,
los vítores y canciones,
me sabrán a dulces besos,
y en vuestra grata presencia,
yo diré a los cuatro vientos,
que aquí, me llamáis Alcora,
nombre que suena a requiebro,
que aquí, con gloria, me hicisteis
Patrona de los visueños,
que aquí, seré coronada
Virgen de los alcoreños.

Gracias sean derramadas
y sabed, que mucho os quiero.

María
(Por siempre, para vosotros, Alcora)”

(12.9.2004)

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