Tengo un llavero dorado,
ajado por el sutil tiempo,
que tomo, de tarde en tarde,
cuando solo yo me encuentro,
y trato de abrir, despacio,
el arcón de mis recuerdos,
lleno de piezas marchitas,
patinadas de misterio,
confundidas, alienadas,
envueltas en tenues velos.
Las llaves de mi soledad,
abren puertas a los sueños,
al pasado inexistente,
a los posos del silencio.
Lo vivido y lo soñado,
son hijos del mismo dueño,
son hermanos procedentes
de aquel único venero
que, en el correr de los días,
anegó, sin miramiento,
mi caótica memoria,
posada de mis recuerdos.
Hablemos de teatro: Vudú (3318) Blixen
Hace 3 semanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario