sábado, 1 de mayo de 2010

Versos de vida y de muerte

SANGRE Y MUERTE

La fiesta de astas y espadas,
razón de toro y torero,
se quebró, frágil cristal,
en el instante supremo.

La muerte buscó a la muerte,
muy cerca de un burladero.

La muerte, insensata Parca,
estrechó su firme cerco
sobre aquel bravo animal,
sobre aquel joven torero.
Fundió sus días, sus almas,
en un abrazo certero,
de gloria, de incertidumbres,
de orgullos y de sangre, hecho.

El ruedo, crisol del arte,
del valor y de los miedos,
tiñó de rojiza sangre
su áurea luna de albero.

La sangre buscó a la sangre
muy cerca del burladero.

Las sangres del bravo astado
y la del joven torero,
incardinaron sus pasos,
en un beso, se fundieron.
Beso de sangre y de muerte
sobre aquel redondo cielo.

Al unísono sonaron
clarines de hondo silencio,
timbales de gran tragedia,
mil gritos de luto negro,
sobre las ocres arenas
de aquel circular infierno.

Las gargantas se secaron,
las palmas, rotas, huyeron,
los olés, fueron sesgados
con hoces de sufrimiento;
el aire se hizo responso,
la brisa, se volvió viento,
la palabra, muda dama,
el suspiro, hondo lamento;
las miradas se nublaron
con nieblas de ociosos miedos
y, en el rumor de la tarde,
sonaron profundos rezos.

Las musas me regalaron
las palabras de estos versos
que yo, mísero poeta,
caminante de andar lento,
ordené, con emoción,
en un poema de estreno,
para salvar del olvido
aquel trágico momento,
inscrito con rojas sangres,
en la historia del toreo.

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