domingo, 3 de enero de 2010

Reflexión marginal octava

EN ESTOS PRIMEROS DÍAS DEL 2010 Ó DE CUALQUIER OTRO AÑO

Resacoso de excesos, inmerso en la celebración navideña, a la sombra de sus últimos aldabonazos festivos, busco y encuentro un huequecito para una nueva “reflexión marginal”.

Por encontrarme en la grey de las criaturas afortunadas, sé que, mis reflexiones, siempre irán vestidas de farisaico lamento, de pretenciosa e inservible ejemplaridad, de inútil ejercicio teórico sobre las bondades y maldades de la cercana realidad y, sobre todo, de una manifiesta y manida subjetividad. A pesar de lo anterior, me resisto a acallar las muchas contradicciones que, como benditas y molestas luminarias, se enciende, siempre por estas fechas, en mi longeva mente.

Mi mundo, el cercano, el cotidiano, el de andar por casa, se disparata, enloquece, se apunta al carro del derroche; se autoafirma en los caminos del consumismo; se deja arrebatar por una frágil felicidad, efímera y huidiza dama, y se deja seducir por el slogan “Sólo se vive una vez y…”

En esta algarabía, en esta locura colectiva, en este vivir al segundo, en esta pasajera ensoñación, en esta necesitada celebración, olvidamos muchas cosas importantes, renegamos de la autenticidad, exaltamos los oropeles y las envolturas externas de nuestros actos, dibujamos trazas de olvidos e insolidaridad y, sin proponérnoslo, damos lecciones de amor trasnochado, de caduca hermandad, de ñoña filantropía, de pseudo generosidad, de flaca caridad y de suma magnanimidad con el siempre difuminado prójimo.

Y el premio, una vez pasadas las fiestas, es la vuelta al vacío, el retorno a lo cotidiano envuelto en el pasotismo, el olvido del semejante desvalido, la vuelta al hablar por hablar, el asentamiento en la indiferencia, en el conformismo y en el vivir que son dos días.

Me gusta pensar y me gustaría comprobar que la vida, la nuestra, la cercana y la lejana, podía ser mejor y más auténtica. ¿Cómo conseguirlo? Ahora, que, esperanzados, hemos empezado a dejar nuestra modesta huella en un recién estrenado año y, si fuera posible, por nuestro efímero siempre de cada día.

2 comentarios:

  1. Hace unos días en un bar con las neuronas subidas ya de grados le comentaba a los amigos que éramos los seres más privilegiados del planeta al no faltarnos absolutamente de nada para vivir, y mientras decía eso todos me miraban y se reían porque todos ellos encontraban tantas necesidades en sus vidas que no eran conscientes del bienestar que tenemos, y en el fondo se sentían un poco infelices, sin reparar siquiera en que más del 80% de la humanidad no tiene siquiera derecho a ese rato de ocio que nos estaba haciendo disfrutar tanto.

    Reflexiones como las tuyas no tienen nada de fariseas, todo lo contrario, son tan necesarias como el cambio de mentalidad que necesitamos ya no para cambiar el mundo, sino para no sentirnos infelices rodeados por tantas y tantas cosas buenas que tenemos, y que deben de tener todos los seres humanos.

    Ser consciente de lo torcida que es la senda que trazan nuestros pasos son los cimientos para empezar a corregir todas esas cuestiones que planteas. Pero eso si, si solo nos quedamos en reflexionar y gozar de nuestra dicha sin poner remedio, entonces si que nos convertiremos en fariseos sin perdón.

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  2. Estimado desconocido de la Cruz y de la locura,
    gracias por asomarte por este rincón nuestro y dejarnos tu reflexión, compartida en su totalidad.

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