sábado, 14 de noviembre de 2009

Reflexión marginal segunda


A LA CRISIS

Crisis, delgada y estrecha palabra, te has convertido, sin tú saberlo, en rutilante, esplendorosa y lúcida estrella de los medios de comunicación que, en su diario y monótono caminar, han encontrado, en ti, el pan nuestro de cada día, el alimento básico para su supervivencia, el sagrado maná de la información, el punto y seguido para adentrarnos progresivamente, en la turbación, la preocupación, el miedo, el terror, el pánico; para meternos, en las entretelas del cuerpo, en los corazones, en las almas y, sobre todo, en nuestros raídos y famélicos bolsillos, la mayor de las pesadumbres.

Crisis, escuálida y esquelética palabra, te has convertido, sin tu saberlo, en el mágico vocero, en el fantástico denunciante de la incompetencia, de la sinvergonzonería, de la desfachatez de los grandes hombres del planeta Tierra, de los poderosos banqueros, de los gobernantes profesionales, de los empresarios sin escrúpulos, de los del “más tengo, más quiero”, de los del “todo vale”.

Crisis, afilada y cursi palabra, te has convertido, sin tu saberlo, en poderosa y tétrica herramienta para destruir las “bolsas” y arrastrarlas al temido vació, a la espeluznante caída a un ignoto fondo.

Crisis, insignificante y banal palabra, te has convertido, sin tu saberlo, en el paradigma de un incierto y negro futuro, en la abanderada de unas nuevas reglas de juego, en la inventora de un bálsamo contra el sumo derroche, en la primera dama de los señores del “parné” y de los erarios públicos y privados.

Y lo peor de todo es que tú, Crisis, perversa palabra, al final de tu camino encontrarás siempre un hombre, nuevo o viejo que, en su deshumanizado caminar, te justifique, te reinvente y te eleve, de nuevo, a los altares del pánico, porque así está programado este mundo, hasta que…

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