viernes, 23 de octubre de 2009

MELILLA


MELILLA (III)

En un libro imaginado,
misericorde pretexto,
descubrí, entre sus páginas,
catálogo de requiebros,
piropos a la medida,
para expresarlos en verso.

Sobre despiertas palabras,
volaron mis pensamientos,
buscándote junto al mar,
valedor de tus secretos,
mecenas de tus encantos,
savia de amores longevos,
para decirte bajito,
para leerte, en secreto,
epítome de piropos,
del libro de los requiebros.

Tú, la Melilla encantada,
sin par, brillante lucero,
no reniegues de tus horas,
de tu historia, de tus sueños.
Tú, la Melilla soñada,
barquita de mi consuelo,
sobre tu mar de corales,
descúbreme tus misterios.
Tú, la Melilla hechizada,
con hechizos marineros,
déjame que te enamore,
con esta espiga de versos.
Tú, la Melilla embrujada,
con la esencia de lo bello,
regálame, en buena hora,
un trocito de tu cielo.
Tú, la Melilla cautiva
de tu gente, de tu pueblo,
devuélvenos la esperanza
de contemplarte de nuevo.

Eres madre y gran amiga,
eres mágico señuelo,
eres utópica luz,
eres corazón de cuento,
eres pura filigrana,
eres canto, eres versos,
eres poema encendido,
eres bendito amuleto,
eres solar aromado,
eres patria, eres pueblo,
eres mar y sal marina,
eres tierra, eres cielo,
y serás, si Dios lo quiere,
mi tumba, mi cementerio.

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